31 agosto 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 3: La sombra del Bosque.

Aquella noche no la olvidaría fácilmente, el cielo estaba nublado, oscuro, no había una pizca de luz en todo el exterior, tan solo se veía oscuridad, de pronto se puso a llover, poco a poco caían las gotas, suavemente, sin descanso, golpeando la tierra, el tejado de la casa, el sonido de la lluvia impactando contra los rosales, todo conjuntaba en una melodía agradable. Me tumbé en la cama mirando el techo… pensativo… Mañana me iría del pueblo y retomaría aquellas vacaciones… Un par de ideas rondaron mi cabeza. Podría quedarme con Himari en este pueblo el resto de las vacaciones o llevarla conmigo; pero lo más seguro es que vuelva yo solo a la rutina, se le ve una muchacha tan solitaria, pero a la vez es risueña y divertida. No sé qué debo hacer… Fui cerrando los ojos poco a poco, la melodía de la lluvia era cada vez más fuerte y rápida es lo que tienen las tormentas de verano.

A la mañana siguiente me desperté y observé que estaba en una habitación diferente, ¡claro! Me quedé a dormir en casa de Himari, por alguna razón se dibujó una sonrisa en mi cara, supongo que me sentía feliz de estar en un sitio distinto por primera vez en mucho tiempo. Me vestí y bajé al salón, pero no había nadie, tampoco había nadie en la biblioteca ni en la cocina, subí y llamé a la puerta del cuarto de baño pero nadie contestaba, volví a llamar y tampoco obtuve respuesta, así que abrí la puerta, como supuse no había nadie dentro, así que solo quedaba un lugar en la casa donde mirar; la habitación de Himari. Ciertamente me daba miedo mirar dentro pero la curiosidad volvió a jugarme una mala pasada, así que llamé a la puerta y sin esperar respuesta abrí la puerta, de pronto todo se volvió oscuro, no veía nada, ni siquiera a mí mismo, tan solo podía tocar el suelo, no había nada más a mi alrededor, entonces algo brilló, era Himari con su vestido blanco, entonces se acercó a mí y me dijo: “¿Estarás aquí conmigo para siempre? ¿Para toda la eternidad?” Entonces sacó un cuchillo y me atravesó el pecho con él. La sangre roja teñía mi cuerpo a la vez que lo hacía visible, todo era rojo, un profundo dolor intenso e insoportable emanaba de la herida, todo estaba borroso, me estaba desmayando, caí al suelo y antes de cerrar completamente los ojos Himari se acercó y me besó; mientras me besaba pude ver como lloraba.

Entonces me desperté empapado en sudor, con el corazón a mil por hora y la mirada perdida. ¿Había sido una pesadilla? No parecía haber sido una pesadilla, el dolor era muy real, mi pecho aún me dolía, pero no había resto alguno de la herida, supongo que sería por el susto. Agotado fui al baño, todavía estaba medio dormido así que me di un pequeño golpe en el hombro con el marco de la puerta, me recuperé y continué caminando por el pasillo, algunas maderas crujían, ese sonido era casi hipnotizante, sentía como si me estuviese volviendo a dormir, entonces llegué a la puerta del fondo, la abrí y puedo observar algo brillante en la habitación, me froté un poco los ojos y ERA HIMARI! ¡Estaba de espaldas! ¡Desnuda! ¡Se estaba cambiando! Puedo observar en apenas un segundo todo su bello cuerpo, pálido como la nieve, su cabello sobre los hombros, sus piernas, ni muy delgadas ni muy anchas y su precioso culo, redondo y pálido.  Entonces me entró el pánico y cerré la puerta de golpe. Creo que no se dio cuenta de que había abierto la puerta porque después de pegar el portazo la escuché llamarme…

      -          ¿Joel? ¿Has abierto tú la puerta?

      -          Emm esto… yooo… solo iba al baño y entré sin llamar, no he visto nada, lo juro. Iba medio dormido y no me di cuenta.

      -          ¿De verdad que no has visto nada? A mí me parece todo lo contrario.

La voz de Himari se acercaba cada vez más a través de la puerta, hasta el punto escucharse como si estuviera pegada junto a ella. En ese momento no solo estaba rojo de vergüenza, sino que tenía miedo, ¿qué haría Himari conmigo? ¿Me mataría como en el sueño?

      -          Joel apártate de la puerta si no quieres caerte cuando la abra.

      -          Lo siento ya me marcho.

      -          No te vayas tan rápido, quiero hablar contigo.

Me aparté de la puerta y entonces salió Himari, ¡seguía desnuda! No me lo podía creer, apenas vi un poco su figura me di la vuelta avergonzado y colorado como un tomate. Entonces me rodeó el cuello por detrás con sus brazo y pegó sus pechos a mi espalda.

      -          ¿Qué es lo que no has visto?

      -          Yo no he v-visto n-nada.

      -          Ah, ¿sí? ¿Ni siquiera ahora cuando he salido?

      -          N-no juro que no he visto nada.

      -          Eres un mentiroso, ¿por qué me mientes? ¿Es que no te gusta mi cuerpo?

      -          N-no es eso, tu cuerpo es precioso, es solo que…

      -          Ajá, ¿así que admites que lo has visto? ¿Ves como eres un mentiroso?

      -          Y-y-y-y-y-o no y-yo nooo…

      -          Me gustas Joel –susurra al oído-

Entonces entré en estado de shock, no podía creerme lo que me había dicho, yo también la quería pero no me salían las palabras, estaba demasiado impactado, ¿cómo era posible que una persona como ella se fijara en mí?

      -          Voy a cambiarme, y que esto te quede claro, que sea la última vez que entras sin llamar, ¿está claro?

Yo no la estaba mirando, pero notaba que esos ojos se clavaban en mi nuca, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Escuché cerrarse la puerta y justo en ese momento corrí hacia la habitación y cerré la puerta sin comprender exactamente qué había pasado. Intentaba olvidarme de lo que había ocurrido, pero no era posible, el tacto de sus brazos sobre mi cuello, sus pechos apretujados contra mi espalda, era algo que no es fácil de olvidar.

Esperé en mi cuarto sentado en la cama pensando es sí lo que acaba de ocurrir era otro sueño, una mera ilusión o era efectivamente real, al poco tiempo escuché volver a cerrarse la puerta del cuarto de baño y unos pasos se acercaban hacia aquí, se detuvieron en mi puerta y sonó como si alguien llamara a la puerta.
-          Joel, ¿estás ahí verdad?

      -          Sí.

      -          Voy abajo a preparar el desayuno, ya tienes el baño libre.

      -          D-de acuerdo.

      -          Vale, te espero abajo y recuerda, llama a la puerta antes de entrar como he hecho yo, podría haber entrado y haberte pillado haciendo… Ya sabes esas cosas que hacéis los hombres cuando estáis solos.

      -          ¿QUÉ? ¡YO NO HAGO ESO!

Entonces se fue riéndose a carcajada limpia, hasta su forma de reír es bonita. Estuve empezando a creer que quizás debería de irme pronto de allí. Fui a asearme un poco, con tantos nervios estaba sudoroso. Una vez limpio bajé a desayunar, subía un olor riquísimo por las escaleras, supongo que había hecho chocolate caliente. Entonces me dirigí a la cocina y allí estaba.

      -          Veo que te has duchado.

      -          Sí, estaba un poco sudado.

      -          Pero si no ha hecho calor.

      -          Bueno, es difícil de explicar.

      -          No será que te he excitado, ¿verdad? –se reía-

      -          ¡No es eso! Es solo que he pasado una mala noche. –digo avergonzado-

      -          ¡Ah! Ahora mi casa no es lo bastante acogedora, ¿verdad?

      -          Que no es eso, solo he tenido una pesadilla.

      -          ¿Una pesadilla? Pareces un crío asustado. –se reía-

      -          Tu ríete, pero si la hubieses vivido seguro que también te hubieses asustado.

      -          Mi vida es una pesadilla, no me digas que no sé lo que es asustarse de verdad. –dijo en voz baja casi inaudible- ¡Toma! El desayuno, chocolate caliente y tarta de manzana.

No sé qué quiso decir con eso de que su vida era una pesadilla, ciertamente, creo que vive bien, pero no la conocía de apenas unos días. No quise preguntarle la razón por la cual su vida es una pesadilla, bastante he tenido con verla desnuda por hoy. Ahora lo único que me importaba era tomarme ese espeso y sabroso chocolate caliente y un trozo de tarta de manzana, estaba todo riquísimo, no había probado nada igual en mi vida.

      -          Cocinas muy bien, ¿eres una bruja o algo parecido? –rio-

      -          No, pero ciertas personas del pueblo así lo piensan.

      -          ¿Disculpa? ¿Pero todavía existe gente que cree en las brujas?

      -          Tú mismo lo has sugerido con tu pregunta.

      -          Pero era una broma, no iba en serio.

      -          Este es un pueblo pequeño, la gente es mayor, somos los únicos de nuestra edad aquí, la persona más joven a parte de nosotros tiene al menos 40 años. Sus creencias son antiguas, son mentes incrédulas y difícilmente cambiaran si no lo han hecho hasta ahora.

      -          Pero… ¿Y tus padres?

      -          Ellos no suelen vivir aquí, siempre están fuera por así decirlo. Nunca me dejan sola que digamos.

      -          Vale, pero, ¿hay alguna razón por la que tengan el pensamiento de que seas una bruja?

      -          Antaño mi abuela era considerada una bruja, porque varia gente del pueblo la vio hablar con los animales del bosque. Y a veces hablaba sola, como si estuviese hablando con alguien más. Entonces como descendiente de la bruja me consideran una bruja. Yo quería mucho a mi abuela, ella me dijo que efectivamente hablaba con los animales, pero cuando le preguntaba por qué hablaba sola no me respondía.

Terminamos el desayuno y recogimos la mesa, entonces me puse a fregar, al menos era lo mínimo que podía hacer a cambio de la hospitalidad. Mientras fregaba pude ver como el sol empezaba a iluminar el jardín trasero, desde la ventana de la cocina. Era un jardín no muy amplio, pude ver que había un par de lápidas en él, de repente me asusté un poco, aunque en seguida supuse que eran las tumbas de algún animal de compañía u algo. Terminé de fregar y fui a echar un vistazo. Salí por la puerta blanca y caminé hasta las lápidas, me acerqué a ellas y pude ver que tenían una inscripción cada una. Decían: “Aquí yacen la luz de un nuevo día, te quiero cariño” “Aquí yace la oscuridad de una nueva noche, siempre estarás en mi corazón”.
Eran frases que me desconcertaban. ¿Había ciertamente alguien allí enterrado? Había un poco de musgo que tapaba parte de la lápida de la luz, fui a quitarla un poco con la mano entonces sentí un pinchazo en el dedo, había una ristra de rosal entre el musgo que no había visto, en ese justo momento vino Himari.

      -          ¿Qué haces?

      -          Estaba mirando las lápidas.

      -          Curiosas, ¿verdad?

      -          Solo por curiosidad, ¿hay alguien enterrado bajo ellas?

      -          Aquí es donde están enterrados mis abuelos. Pero tanto el uno como el otro quisieron que en sus lápidas no hubiese un nombre sino estas frases que cada uno se escribió al otro antes de morir.

      -          La verdad es que es muy bonito.

      -          Sí, pero no termino de comprender por qué lo hicieron. Ambos murieron a la vez en esta casa sin ninguna causa aparente, el médico dijo que murieron de manera natural, simplemente sus corazones fallaron, exactamente al mismo tiempo. Lo que no me cuadra es que hiciesen escribir eso en sus lápidas si habían estado 2 semanas sin hablarse hasta ese momento, al parecer mi abuela había hecho algo muy malo y mi abuelo dijo que nunca se lo perdonaría. Bueno, tengo que ir a por unas cosas ahora vuelvo, de mientras puedes dar una vuelta por la casa, te sugiero no ir al pueblo, la gente no es muy agradable con los forasteros.

      -          Vale, creo que me iré a la biblioteca y cogeré un libro.

      -          Te recomiendo La sombra del Bosque, es uno de mis libros favoritos y recuerda, no toques los rosales.

Entonces se marchó grácilmente, no me había dado cuenta de que llevaba justamente la misma ropa que ayer, lo único que cambiaba en ella es que llevaba un sombrero grande blanco con una cinta azul claro a juego con el vestido. Fui a coger el libro y mientras lo buscaba en la estantería sentí que me escocía la herida del rosal, entonces recordé lo que Himari dijo de la medicina esa y fui a por ella a echarme un poco. Sabía que me dolería más, pero así no tendría que ocultar la herida, no quiero saber lo que pasaría si se enterase de que me he pinchado con un rosal. Una vez me eché el ungüento volví a buscar el libro y empecé a leerlo bajo la luz del sol en el salón. El libro era interesante, trataba de un espíritu del bosque con forma de gato que tomaba el cuerpo de la gente que se atrevía en adentrase en el bosque, simplemente por la mera curiosidad de saber cómo llevaban sus vidas esas personas, hasta que el espíritu se tropezó con un apuesto joven del que se enamoró. Casi había llegado a la mitad del libro cuando Himari legó. Traía una caja de cartón cerrada y la dejó junto a las escaleras.

      -          Bien, ¿qué te parece el libro?

      -          Está bastante bien, no pensé que me gustaría tanto.

      -          Si quieres puedes llevártelo, tengo dos, eran de mis abuelos, leían a la misma hora en cualquier lugar y llevaban leído la misma parte, decían que así sentían como si uno leyesen junto al otro.

      -          Gracias, pero no puedo aceptarlo, son recuerdos de tus abuelos.

      -          No te preocupes, puedes llevártelo, además así cuando lo leas te acordarás de mi allí donde estés. –dijo con una sonrisa en su cara-

Esa sonrisa me encandilaba y sus ojos brillaban bajo la luz del sol, su pelo negro relucía y su piel iluminaba el resto de la cara. Entonces no pude contenerme más, cerré los ojos y la besé. Fue un beso maravilloso, nunca antes había sentido algo parecido en mi vida, noté como ella me acompañaba con sus labios, puso sus manos en mi cabeza y apartó mi cara de la suya lentamente. Me miró a los ojos, estaba llorando, sus preciosos ojos verdes ahora estaban enrojecidos y llenos de lágrimas.

      -          Joel, lo siento, pero no puede ser.

      -          Lo siento, ha sido culpa mía no debí besarte.

      -          No, Joel, yo también quería besarte, lo que pasa es que no podemos hacer esto.

      -          No lo entiendo, ¿por qué?

      -          No quiero que salgas perjudicado. –se secó las lágrimas y su cara reflejaba tristeza-

      -          A mí no me importa lo que me pase, Himari, yo te quiero.

      -          Lo siento Joel, pero yo no siento lo mismo.

      -          Pero… ¿Y el beso?

      -          Fue solo un beso, olvídalo. –su tono de voz y su mirada ahora eran serios-


Entonces se fue arriba y según escuché, la puerta que se cerró fue la de su cuarto, yo me quedé bastante trastornado, había pasado de la felicidad extrema a una tristeza que inundaba todo mi ser, tenía ganas de irme de allí cuanto antes, por suerte pronto todo acabaría, pero esperaba con temor la hora de comer, no sabía cómo iba a poder mirar a Himari a la cara después de esto.

Continuará...

18 agosto 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 2: Un sueño del que no quiero despertar.

Seguimos caminando un poco más por aquel camino que cada vez se perdía más entre las verdes hierbas del suelo, los árboles cada vez se hacían más espesos, más altos y frondosos, a pesar de las horas del día ya que era por la tarde, estaba muy oscuro debido a la sombra que esos enormes árboles arrojaban al poco camino que nos alcanzaba a ver, Himari se desenvolvía con soltura y yo intentaba seguirla torpemente cargando con su maleta, llevar su maleta es lo mínimo que podría hacer para agradecer su hospitalidad. Casi sin darme cuenta ya estábamos en mitad de un bosque espeso y oscuro, algunos pájaros cantaban desde las copas de los árboles, pude ver dos o tres ardilla que nos observaban desde las ramas más altas, Himari seguía impasible, me cuesta saber porqué está tan alejado el pueblo, al menos podrían haber arreglado un poco el camino hacia la parada de bus, que encima es la única de los alrededores según me ha contado Himari. Verla danzar entre los árboles de aquel bosque con un resplandor blanco que emanaba su vestido le hacía parecer una especie de espíritu. Parecía como si no fuese de este mundo, todo a su alrededor brillaba con una luz extraña y cuando pasaba junto a algún rayo de sol que lograba atravesar aquellas espesas capas de forraje su piel se iluminaba cual luz del alba, realmente era una chica muy guapa y maravillosa.

Al poco tiempo el bosque se fue abriendo, los árboles ya no eran tan espesos, pero estaba oscureciendo y el sol empezaba a perderse entre las montañas, pero por suerte habíamos llegado al pueblo, el camino volvía a hacerse visible y ante nosotros se alzaba un pequeño asentamiento de unas 20 o 30 casas blancas, todas con el tejado de color marrón, muy rústicas, todas de una sola planta, las puertas estaban cerradas, no había nadie fuera, parecía un pueblo fantasma. ¿De verdad vivía alguien más allí? Nos adentramos en el pueblo, y cada vez oscurecía más, la noche se nos echaba encima, al parecer anochece rápido en este lugar.

-          Mi casa es la del fondo, sabrás que es esa porque es la única un poco apartada de las demás y por la verja con rosales en la entrada, no toques las rosas ante nada en el mundo y ni se te ocurra pincharte con alguna de sus espinas, ¿está claro? Bien, aquí tienes la llave, sigue recto por este camino y llegarás, no tiene pérdida, antes tengo que llevar unas cosas para un vecino.

Entonces me quitó la maleta, la abrió y sacó dos cajas de madera cerradas con dos candados enormes, me miró se acercó a mi oído y me dijo…

      -          Repito, no toques las rosas. –dijo en tono serio-

Anonadado volví a coger la maleta y seguí el camino con la esperanza de saber encontrar la casa de Himari, no sería tan complicado, al fin y al cabo las indicaciones eran claras y no tenía pérdida. Anduve durante bastante tiempo, las casas parecían no acabarse nunca, hasta que llegué al final del camino. Una enorme casa se alzaba ante mi vista. Unas grandes verjas negras cubiertas de rosales rodeaban la casa, en el centro había una puerta de hierro de color negro también, las rosas eran de color morado muy oscuro, casi parecía negro. En el suelo un camino de piedras plateadas llevaban a la entrada de la casa, a los lados de estas piedras quedaba un césped muy bien cuidado. La casa no era como las demás del pueblo, estaba hecha de madera toda ella, el tejado era de color negro y tenía dos plantas, casi parecía la casa de una bruja. En las ventanas del piso inferior tenía rejas negras y la puerta de madera se veía bastante gruesa y antigua. Saqué la llave y la introduje en la cerradura, al girarla sonó un gran “clack”. La verdad es que estaba un poco asustado, todo era tan tenebroso que me estaba volviendo a poner algo nervioso y asustadizo.

Abrí la puerta la cual chirriaba como si estuviesen estrangulando a un gato, es un sonido difícil de explicar, pero supongo que así sería como sonaría un gato si lo estrangulasen. Entré y ante mí se mostraba una escalera que subía al piso de arriba, junto a ella había una puerta de madera y también había dos salas, una a la izquierda y otra a la derecha, me asomé a ambas, la de la izquierda era una especie de pequeña biblioteca con estanterías llenas de libros en las paredes, una ventana y una mesa y una silla junto a ella, ambas de madera también, sobre aquella mesa redonda se apoyaba una lámpara de campana; en el suelo había una alfombra roja con detalles florales en negro, el techo estaba acabado en madera y no había luz alguna salvo la de aquella pequeña lámpara sobre la mesa. La habitación de la derecha era más amplia, tenía una ventana enorme que daba al jardín delantero, desde ella se podían ver los rosales, junto a la ventana habían dos sillones de dos plazas con filos de madera y asientos de color morado a juego con las rosas, entre estos se colocaba una mesa rectangular con cantos de madera y una superficie de cristal. El techo era de madera también, de él colgaba una lámpara al estilo de candelabro, con 6 puntas. En las paredes 2 había cuadros, uno en frente del otro a derecha e izquierda mirando desde la ventana. Esos cuadros eran retratos de un hombre y una mujer respectivamente, el del hombre se situaba a la derecha y el de la mujer a la izquierda. El hombre tenía el pelo corto de color castaño oscuro, y un poco de barba, iba vestido con un traje negro y una camisa de color rojo oscuro, pintado sobre un fondo de color grisáceo. La mujer era de cabello largo y rubio, de tez un poco más pálida que la del hombre, llevaba un vestido azul claro largo y sobre su pelo colgaba una rosa morada como las de los rosales de la entrada, todo pintado sobre un fondo grisáceo parecido al del otro cuadro. En la otra pared se encontraba una puerta de madera cerrada, pero ya había investigado suficiente, no era mi casa y solo estaba aquí temporalmente hasta que vuelva a pasar el bus. Así que solté la maleta junto a la escalera de madera y me senté en un sillón a observar los rosales a través de la ventana, pensando en por qué no quería Himari que los tocara tan siquiera, además soy un invitado, ni que fuese a arrancarle alguna rosa.

Tras esperar unos 5 minutos, veo que Himari está en la cancela de la entrada hablando con alguien, pero desde este ángulo no podía ver quién era, se le veía bastante triste mientras hablaba con aquella persona, entonces se despidió y se dirigió hacia la puerta de la casa. Una vez entró dentro vino directamente hacia donde estaba y se sentó a mi lado, se quedó mirando a los cuadros y me dijo…

      -          Te estarás preguntando quiénes son las personas de los cuadros.

      -          Pues la verdad es que sí, se parecen mucho a ti, ¿son tus padres?

      -          No, son mis abuelos, esta casa es suya, mis padres y yo vivimos aquí desde prácticamente siempre, pero nos gusta decir que la casa es de mis abuelos porque así mantenemos vivo su recuerdo.

      -          Por lo que dices supongo que ya no se encuentran entre nosotros, lo siento. –dije apenado-

      -          No te preocupes, tu de lo único que te tienes que preocupar es de no tocar las rosas, ¿entendido?

      -          No lo entiendo, ¿qué tienen de especial estas rosas?

      -          Tú solo no las toques, si lo haces no tendré más remedio que enfadarme y hacer como si nunca hubieses existido.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, su mirada se clavaban en mi alma como si una flecha atravesara una manzana colgada de un árbol. Tras esto ella volvió a su estado normal, pero yo seguía asustado, ¿me habría precipitado al aceptar la invitación de esta chica? De todas maneras, ¿qué otra opción me quedaba? Entonces se levantó y me dijo que la acompañara que me enseñaría mi habitación. Subimos por las escaleras, todo estaba muy oscuro, entonces al final de la escalera vi un pequeño destello y entonces se encendió una vela.

      -          Esta casa es muy vieja y no tenemos electricidad, así que te tendrás que apañar con la luz de las velas.

      -          Lo cierto es que la luz de las velas me gusta más que la luz de las bombillas.

      -          Entonces genial creo que te sentirás muy cómodo aquí. –sonríe-

      -          No lo dudo, es un lugar muy acogedor.

Una vez subí pude distinguir que el suelo era de madera al igual que el techo, y un pequeño pasillo se encontraba frente a mí, había tres puertas de madera, a la izquierda junto a las escaleras, en el término medio del pasillo se hallaba otra y al final de este la última. Seguí a Himari hasta la puerta del fondo, entonces la abrió y me mostró lo que iba a ser mi habitación.

Era un cuarto cuadrado, con el suelo y el techo de madera, una ventana cuadrada de color oscuro; había una cama y una pequeña mesita de noche junto a ella, un armario de madera y un tocador con un espejo redondo. Poco más pude distinguir dada las horas y la oscuridad que cada vez se hacía más densa en la casa. Dejé mis cosas en la habitación y preparé un poco todo para que estuviese todo listo a la hora de dormir. Himari me esperaba abajo, dijo que iba a hacer la cena.

Cuando bajé fui al salón que se encontraba abajo, era esa sala con los cuadros de sus abuelos, la puerta de la otra pared estaba abierta y había luz dentro, se escuchaban ruidos, perece ser que era la cocina y que Himari se encontraba allí, así que me acerqué a echarle una mano. Era una cocina bastante pequeña y acogedora, el suelo era de losas de piedra a diferencia del resto de la casa, había un par de velas que la iluminaban la cocina, los muebles eran de madera y la encimera era de granito, tenía una mesa grande de madera y dos sillas, una ventana y otra puerta que daba a una especie de jardín trasero, no pude ver más porque estaba oscuro, también había una hornilla y un horno de leña, la verdad es que la casa era muy antigua y rústica, pero a la vez exquisita.

      -          Hola de nuevo, ¿te puedo ayudar en algo?

      -          Pues mira ya que estás, ¿por qué no cortas esas cebollas?

      -          ¿En juliana o picada?

      -          Picada por favor.

      -          ¿Qué vamos a cenar?

      -          Es una receta de mi familia, es una sorpresa, ya lo verás.

      -          Eres una chica llena de misterio, ¿hay algo que no ocultes? –rio-

      -          Tampoco niegas que es algo que te guste de mi, ¿verdad? –dice en tono insinuante-

En ese momento me puse muy nervioso y colorado, entonces tuve un descuido y me hice un corte el dedo índice de la mano izquierda. Entonces Himari dejó rápidamente lo que estaba haciendo, cogió un pequeño bote de una estantería, me chupó el dedo, me echó un poco del líquido del bote y me vendó en dedo en una gasa, fue muy rápida, estaba sorprendido por su rapidez, en apenas unos segundos ya tenía el dedo vendado.

      -          Eres un poco torpe ¿no? Quizás te escueza un poco pero aguanta como un hombre.

      -          No si no es nad…

De repente un fuerte escozor me surge en el dedo, era como si me estuviesen volviendo a abrir el corte con el filo de una hoja de papel, me costaba aguantarme los gritos de dolor, y mis ojos estaban a punto de llorar, hasta que lo mismo que vino se fue y desapareció el escozor. Apenas sentía el dedo, era como si me lo hubiesen anestesiado.

      -          Es un remedio natural del curandero de este pueblo, es doloroso pero eficaz, elimina el dolor de forma casi instantánea y si la herida es superficial tardará menos de 1 día en sanarse.

      -          Entonces, ¿mañana podré quitarme la venda?

      -          Exacto, también tengo agua oxigenada, y yodo, pero lo hice sin pensar, lo siento, además así aprenderás a tener más cuidado si no quieres volver a pasar por lo mismo.

      -          S-sí.

Entonces seguí ayudándola a preparar la cena. Poco a poco se nos fue echando la noche encima así que una vez estuvo todo preparado pusimos la mesa en la misma cocina. Y nos sentamos a comer. La cena era fantástica, estábamos los dos sentado en una enorme mesa de madera con un mantel de cuadros rojos y blancos, a la luz de una vela que iluminaba bastante fuerte. Había ensalada de lechuga, pepino, tomate, cebolla y naranja, y de plato principal y único la receta de su familia, era conejo con una salsa especial y patatas cocidas, supongo que en el salsa se encontraría el secreto de su familia, pero no solo eso, el conejo estaba muy tierno y jugoso, no era el típico conejo que compras en un supermercado. Nos lo comimos todo, recogimos la mesa y fregamos los platos. Yo estaba bastante cansado y era bastante tarde así que me despedí de Himari y me marché al cuarto a descansar, había sido un día muy duro para mí, aunque me sentía muy feliz por hacer conocido a Himari y haber podido salir de la rutina a la que me había acostumbrado, hacer cosas nuevas no siempre está tan mal.

      -          Muchas gracias por todo, te lo agradezco de verdad.

      -          No, gracias a ti, así no me siento tan sola en esta casa tan grande.

      -          Bueno, voy a dormir, que mañana tengo que coger el bus, ¿sobre qué hora pasaba?

      -          Después del mediodía cerca de la tarde.

      -          Vale muchas gracias.

      -          Yo me quedaré aquí un poco más, e iré a la biblioteca que es esa habitación al lado de las escaleras y leeré un poco, después me iré a dormir, mi habitación es la que está al lado de la tuya, si necesitas algo a lo largo de la noche llama a la puerta.

      -          De acuerdo.

      -          ¡Ah! Y el cuarto de baño está abajo junto a las escaleras, esa puerta de madera que hay ¿vale? Buenas noches.

      -          Buenas noches.

Me despidió con una enorme sonrisa, su amabilidad me inundaba, era tan guapa y amable, aunque tenía su lado duro, solo lo mostraba cuando estaba realmente preocupada o enfadada según pude observar en el autobús. Entonces me dirigí arriba, ya era hora de descansar y despertar de este sueño.


Continuará…

01 agosto 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 1: Cambio de planes.

Viajaba en autobús de camino a la playa, estaba de vacaciones y como siempre iba solo, el viaje se me estaba haciendo algo monótono, todos los veranos el mismo viaje, al mismo lugar en el mismo autobús, si algo cambiaba era la gente que me encontraba dentro del autobús; he podido observar a lo largo de estos años que con el paso del tiempo la gente que viajaba en el autobús era cada vez más mayor, hasta el punto en el que actualmente solo viaja gente mayor, ancianos y alguna que otra persona que ronda los 40. Ese ruido monótono del bus por la carretera, la rutina de cada año, todo me resultaba aburrido aunque el hecho por el que yo repetía esto todos los años me era inexplicable, simplemente lo hacía.

El bus era muy viejo, me había llevado todos los veranos desde que tenía cinco años, los asientos aún se conservaban. No era muy grande, con apenas 40 plazas, dos filas con asientos dobles de color gris oscuro, el suelo y el resto del bus también tenía un color grisáceo en varios tonos.  Como ya dije, estaba lleno de gente mayor, yo estaba sentado en la fila izquierda, junto a la ventana, al lado mío había un anciano con un móvil, me sorprendía que un hombre de su edad tuviese tal manejo a un aparato de última tecnología para su edad. Tecleaba como un loco, tan solo había podido ver a una o dos personas hacerlo así de rápido en mi vida, sin duda era un tipo extraño.

El tiempo pasaba lento, cada parada se hacía eterna, tenía ganas de llegar a la playa, al menos podría salir de aquel autobús tan triste y aburrido como siempre. Entonces, algo me llamó la atención, en una de las paradas se montó un joven muchacha de unos 17 o 18 años, con el pelo corto por encima de los hombros de color negro, ojos verdes, con un tono de piel un poco pálida; llevaba un vestido blanco largo, tenía destalles de encaje en la parte superior, con unos tirantes y una falda que llegaba hasta debajo de las rodillas, también llevaba unas valencianas con poco tacón. Esta chica me llamó la atención porque era muy joven para ir en este bus, todo estaba lleno de viejos, excepto yo. La chica se sentó en los asientos al lado del mío, se situó cerca de la ventana y se puso a mirar el paisaje apoyando una mano sobre su cara y la otra sobre el otro asiento, como si no quisiera que nadie más se sentara a su lado.
Estuve observándola durante bastante tiempo, pero ella seguía mirando al horizonte a través de aquella ventana, era una chica bastante extraña, no hablaba con nadie, y si alguien pretendía sentarse junto a ella esta le negaba el asiento. Hasta que…

      -          ¡Oye chaval! Miras mucho a esa chica, ¿qué pasa? ¿Te gusta eh? ¡Es guapa! –dijo el anciano que estaba sentado junto a mí-

      -          ¡No! ¡Qué va! Es solo que es extraño que una muchacha tan joven venga en este autobús, me refiero a que la media de edad entre los pasajeros es por lo menos de 50 años. –digo intentando disimular sin éxito mi vergüenza-

      -          A mí no me engañas, no ves que soy mayor que tú, sé cuando le gusta una chica a un chico con solo mirarlos.

      -          Señor, que le he dicho que no me gusta. –digo con vergüenza-

      -          Pues si tu no vas a hacer nada lo haré yo, pero he de advertirte.

¿A qué se refería aquél anciano? No sería capaz de intentar ligar con aquella chica, la verdad es que no le veía ninguna posibilidad a un hombre tan mayor, al fin y al cabo era una chica preciosa y eso no podía negarlo. Entonces el viejo sacó su móvil lo acercó a la falda de la chica y tomó una foto de su ropa interior. Al saltar el flash de la cámara la chica se percató de lo que el anciano había hecho, así que se quedó mirándole fijamente con cara de odio a lo que el anciano se disculpó y borró la foto delante de la chica bajo aquella mirada asesina, me extrañaba que la chica no le pegase a ese hombre o ni tan siquiera mediara palabra con él, se limitaba a mirarlo con aquella mirada aterradora.

      -          Lo siento mucho muchacha, es que a mi edad uno ya no sabe lo que hace. –dijo mientras borraba la foto- Para evitar que esto se vuelva a repetir dejaré que este muchacho se siente en el pasillo, ¿qué te parece? Espero que puedas perdonarme.

      -          Pero qué dice señor, yo no pienso cambiarme de sitio, siempre me he sentado en este sitio año tras año, no voy a cambiarme porque usted lo diga.

      -          Es verdad, no te vas a cambiar porque yo te lo diga, sino porque ella te está mirando ahora a ti.

Aquellos ojos verdes se clavaban en los míos hasta el punto de hacerme sentirme culpable por no cambiarle el sitio a aquel detestable hombre.

      -          ¡Está bien! ¡Está bien! –en el momento en que me cambio de sitio la muchacha deja de mirarme y sigue mirando el horizonte pero esta vez con una expresión de enfado en su rostro.

      -          ¡Hala chaval! Ya tienes un paso dado, ahora solo queda que te sientes a su lado y empieces a hablar con ella.

      -          Pero, ¿¡qué dice!? ¿Ha hecho todo esto solo para poder cambiarme el sitio? Podría habérmelo pedido directamente.

      -          Te hubieses negado, tú mismo lo has hecho antes. Además si me hubieses cambiado el sitio, dónde estaría la gracia. –reía el viejo- Venga, siéntate a su lado y pide disculpas por mi comportamiento.

      -          Pero si ya lo ha hecho usted, ¿por qué debería de hacerlo yo otra vez?

      -          Qué chaval más tonto. –suspira-

En ese momento saca su teléfono y vuelve a escribir, así que dejo de prestarle atención, enfadado, intento ver la carretera desde el pasillo, pero al estar tan lejos no veía casi nada, así que inconscientemente ya estaba mirándola otra vez. Por alguna extraña razón, me sentía a gusto y en paz cuando la miraba, el cabreo se me pasó y pude ver como ella cambió su rostro de estar enfadada a una cara triste. Hasta que llegamos a otra parada.

      -          ¡Ulises! ¡Cuánto tiempo! Ven, siéntate aquí.

      -          ¡Rafa! ¿Tú también vas a la playa este año?

      -          No me lo perdería por nada del mundo. ¡Venga chaval! Siéntate junto la muchacha que aquí se va a sentar mi amigo Ulises.

      -          ¿Pero qué pasa ahora? ¿Primero me quita el sitio y ahora pretende echarme para sentar a un amigo? –la muchacha se giró y me miraba poniendo las manos sobre el asiento de al lado-

      -          Hay que ver que maleducada es la juventud, chica, ¿tú qué prefieres? Que se siente Ulises y estemos hablando de un lado a otro del autobús o que se siente este muchacho, te aseguro que no molesta nada.

La muchacha siguió mirándome durante un rato hasta que cedió, y apartó las manos del asiento tras hacerme con un gesto que me sentara.

      -          Ya está chaval, no desaproveches esta oportunidad, que Ulises no ha pagado el billete para nada. –me susurró- Ah! ¡Y las tiene blancas! –rió el viejo-

Ese maldito anciano lo había organizado todo, mi odio hacia él cada vez iba aumentando más, justo antes de sentarme junto a la chica miré hacia su asiento y ambos viejales me sonrieron y me mostraron sus pulgares arriba. ¿Cómo había podido ocurrir aquella situación? Fuese como fuese, este ya no era mi típico viaje a la playa, y encima estaba nervioso por estar sentado junto a aquella chica que nunca dejaba de mirar por la ventana. Cómo aún quedaba mucho trayecto decidí echarme una cabezada para intentar tranquilizarme y olvidarme de todo lo ocurrido hasta entonces.

Al poco tiempo de estar dormido unos golpecitos en el brazo me despertaron, abrí los ojos y eran los viejos de antes, ese tal Ulises me estaba dando con su bastón, cuando vio que abrí los ojos me empujó con su bastón a lo que acabé echándome encima de la muchacha. Entonces la muchacha me cogió y…

      -          ¿Estás bien?

      -          S-sí. – ¡No me lo podía creer, me había hablado! Su voz era dulce como su mirada, me parecía la chica más guapa que había visto nunca-

La muchacha miró a los ancianos con esa mirada que penetraba hasta el alma y ambos giraron rápidamente la cabeza hacia la ventana. Esos viejos más que viejos parecían niños pequeños, con sus risas y su conducta irritante.

      -          ¿A dónde vas? –me preguntó-

      -          A la playa, todos los años en las vacaciones voy por estas fechas.

      -          ¿A la playa eh? No sé qué le veis de interesante a un río gigantesco lleno de personas gritando y correteando por ahí.

      -          Bueno, es que yo he ido todos los años desde que tenía 5 años y ya es la costumbre, aunque en el fondo no me gusta la playa, simplemente voy porque no tengo nada mejor que hacer y estar quieto sin hacer nada en mi casa me aburre.

      -          Ya veo, ¿te aburre la monotonía?

      -          Algo así, pero al fin y al cabo es lo que hago todos los años así que hasta esto se ha vuelto monótono, ¿y tú?  Si no te gusta la playa, ¿por qué vas en este bus? Este solo lleva a la playa.

      -          Porque para cerca de mi pueblo, vengo de visitar a unos familiares y este era el que venía antes.

      -          Puede que no sea de mi incumbencia pero... ¿Por qué no dejabas que nadie se sentara a tu lado? ¿Y por qué solo hablas conmigo?

      -          No quería que nadie se sentara mi lado porque estoy mejor sola que acompañada por alguno de esos viejos verdes y solo hablo contigo porque me pareces buena persona.

      -          ¿Entiendo, y no se te hace aburrido el viaje estando sola mirando el horizonte?

      -          Lo mismo podría decirte, ¿o es que te pasas los viajes mirando a la gente disimuladamente durante todo el trayecto?

      -          ¡Oh! Lo siento, yo no quería que te sintieras incómoda, normalmente también miro por la ventana aunque en las paradas aparto la mirada para ver la gente que sube y baja. –En ese momento me sentía muy incómodo y me estaba poniendo muy nervioso, la chica había sabido siempre que la estaba observando-

      -          Tranquilo, no te disculpes, no es la primera vez que me pasa, pero no es como las demás. Tu mirada no es como la de los demás. Normalmente suelen mirarme con ojos cargados de malas intenciones. En cambio tu mirada expresaba curiosidad.

      -          … -Sigo mirando el suelo del asiento, desde que me había soltado no había podido reunir la fuerza suficiente como para mirarla a la cara o siquiera alguna parte de su cuerpo-

      -          ¿Por qué ya no me miras como cuando estabas en el otro asiento? ¿Ya no tienes curiosidad?

Entonces voy alzando la mirada poco a poco siguiendo sus delgadas piernas hasta llegar a su falda hasta encontrarme con su cara. Esos ojos verdes volvían a mirarme, penetrantes, su cara no mostraba sentimiento alguno, tan solo me miraba fijamente. Entonces me volví a poner nervioso y aparté la mirada hacia su vestido.

      -          Estas muy mono cuando te pones nervioso. Pareces un niño pequeño al que le gusta una chica.

      -          ... –En ese momento me pongo colorado como un tomate y empiezo a sentir un poco de agobio-

      -          Oye, traigo una maleta muy pesada, ¿podrías ayudarme a bajarla cuando llegue a mi parada?

      -          C-claro, ¿por qué no?

      -          ¿Y por qué sí? –dijo mientras me volvía a mirar con esa mirada-

      -          … -Y volví a ponerme nervioso-

      -          De verdad que eres muy mono y muy gracioso. –reía, hasta su risa era maravillosa, el hacerla reír me llenaba de felicidad y tranquilidad, de algún modo había perdido mi nerviosismo por un momento-

Una vez llegamos a su parada avisé al conductor para que me esperase un momento porque iba a ayudar a la muchacha a bajar una maleta a lo que el conductor aceptó. Bajé del bus, abrí la compuerta del maletero donde había dejado la muchacha su maleta y la saqué, realmente pesaba bastante. Cerré la compuerta y justo cuando iba a despedirme de ella el autobús cerró sus puertas y se marchó. Mientras se marchaba puede ver como desde la ventana los viejos me miraban riendo y mostrando sus pulgares arriba. Esos malditos viejos me la habían vuelto a jugar.

      -          ¿Por qué se ha ido el bus? ¿No habías avisado al conductor?

      -          ¡Claro que lo he avisado! ¡Han sido esos viejos otra vez! –digo cabreado- ¿Cuándo pasa el siguiente bus?

      -          Ya no hay más por hoy.

      -          ¡No me digas eso! ¿Qué voy a hacer ahora?

      -          Si quieres puedes venir a mi casa, no hay nadie, vivo sola en este pueblo desde que mis padres murieron.

      -          Siento lo de tus padres, pero, ¿estará bien que me quede? Quiero decir, nos acabamos de conocer, ¿puedes confiar en un extraño?

      -          Tú no eres un extraño para mi, además no te gustaba la playa, cambiar de aires por un día no te hará nada malo, ¿qué me dices, te vienes o no?

      -          V-vale.

La seguí por un camino muy rústico, sin asfaltar, estábamos en mitad de la montaña, a lo lejos podía ver un grupo de casas rodeadas de árboles, quedaba un poco lejos, pero no me importaba andar mientras tuviera sitio donde quedarme hasta la mañana siguiente. Pasamos junto a un río y cruzamos un puente, al cruzar se acercó al río, metió la mano y sacó un pez muerto.

      -          ¡Mira! Estos peces están muertos cuando llegan a esta parte del río y se van acumulando en este remanso, a medida que pasa el tiempo bajan más peces y por cada pez que entra en el remanso otro se marcha, pero cuando se marcha el pez sigue vivo. Al menos eso es lo que cuenta la leyenda, extraño, ¿verdad?

      -          Sí, pero ¿por qué me cuentas esto?

      -          Creí que como eras tan curioso te interesaría saberlo.

      -          Pues la verdad es que sí que me ha gustado.-río-

      -          A todo esto, no me he presentado, mi nombre es Himari encantada de conocerte.

      -          Yo me llamo Joel y el placer es mío.


Continuará…