Después de días, semanas, puede que meses vino de nuevo esa
persona como cada cierto tiempo, nunca pude saber quién era, siempre venía
tapada por una capucha negra, la poca iluminación de la habitación evitaba que
pudiera verle el rostro. Era de estatura media entre 1’65 y 1’75, delgada y con
muy buen porte. Siempre venía a verme, se sentaba en una silla de madera algo
gastada, se apoyaba sobre una mesa de madera y me miraba. Nunca le dije nada,
él o ella nunca dijo nada, su género era desconocido para mí, solo podía saber
que me tenía cautivo y que no sé cuándo me pondría en libertad. Hasta que un
día le hablé.
-
¿Quién eres?
-
Eso no es relevante. –Dijo una voz femenina-
-
¿Me vas a dejar salir de aquí?
-
Algún día, eso depende de ti.
-
¿Por qué depende de mí? ¿Qué debo hacer?
-
Debes demostrarme si eres digno. Si mereces
haber recuperado lo que te arrebataron.
-
¿Cómo?
-
Mirándome a los ojos… Pero te aviso… Si no eres
digno morirás. ¿Quieres vivir como hasta ahora y poder disfrutar de una vida
con vista pero aquí encerrado sin falta de comida, agua y un lecho o prefieres
probar suerte con la muerte?
Pasé un tiempo pensando qué sería lo más indicado, después de
tanto tiempo encerrado, de tantas traiciones, quizás sería mejor estar como
estaba, tampoco se estaba tan mal salvo por la soledad, soledad que esa mujer
aliviaba cada poco tiempo haciéndome una visita. Entonces decidí.
“Quiero mirarte a los ojos.”
La mujer se quitó la capucha y pude ver un rostro familiar,
un rostro que me producía un gran temor, el temor que se le tiene a la muerte
cuando se le mira a la cara. Era el mismo rostro que tenía Himari y Riyuko, el
problema estaba en saber cuál de las dos sería. Me sujetó la cabeza, mi
respiración se aceleró, comenzó a mirarme directamente a los ojos, sus ojos se
tornaron de un color azul como el del cielo en una mañana despejada. No podía
evitar mirarlos. Mi cabeza empezó a dar vueltas y sentí como mi alma dejaba mi
cuerpo.
Lo próximo que pude ver fue como mi cuerpo era llevado por
esta persona fuera de la sala donde estábamos, era como si estuviera flotando
sobre el techo de la sala y pudiera verlo ajeno a lo que ocurría, no podía
moverme ni hablar ni cerrar los ojos, no sentía nada, solo miraba. Lo siguiente
que vi fue mi cuerpo siendo depositado sobre un lecho de flores en mitad del
bosque, entonces volví a mi cuerpo.
Cuando abrí los ojos era de noche, no había luna, todo
estaba muy oscuro, estaba sobre el lecho de flores, estaban algo secas y
mustias al parecer había estado allí bastante tiempo, me levanté e intenté ver
dónde estaba y regresar a mi casa, salir de ese lugar y olvidarme para siempre
de lo ocurrido, aunque no sería nada fácil olvidar por todo lo que pasé.
Andando encontré un camino que pude reconocer, la maleza y las hierbas casi lo
cubrían por completo, en ese momento una luz de esperanza llenó mi corazón, fui
avanzando cada vez más rápido por el camino, a pesar de que conducía a ese
pueblo infernal donde vivían Himari y Riyuko no tenía más remedio que
arriesgarme a pasar por allí y volver por donde había venido tiempo atrás.
Llegué al pueblo y fui avanzando entre las descuidadas
casas, escondiéndome en la oscuridad, ocultándome todo lo posible para evitar
ser visto por alguien. Pude ver el puente por el que pasamos para entrar al
pueblo, ahí estaba mi salida, pero en él estaba aquella figura que volvía a
atormentarme…
“Acércate, sé que estás ahí.”
Mi corazón latía fuertemente, no quería saber nada más del
tema, solo quería volver a casa, entonces pude ver que no se refería a mí, otra
figura emergió de las sombras.
-
¿Pretendes escapar? ¿Himari?
-
Déjame ir, solo un momento, aún estoy a tiempo.
-
¿A tiempo para qué? Tu destino es estar aquí conmigo.
En este pueblo. Cuidando del alma de los muertos.
-
Pero quiero salvarle, él no tiene por qué estar aquí.
-
Vio a madre a los ojos, ¿lo sabías?
-
No puede ser… Él ha…
-
La vi llevándolo al bosque, vi su cuerpo inerte,
ya no hay nada que puedas hacer Himari.
En ese momento emergí de entre las sombras, no podía
entender de qué estaban hablando, pero si de algo estaba seguro era de que aún
estaba vivo. La cara de Himari fue de sorpresa mientras que la de Riyuko fue
más bien de desprecio. Himari corrió hacia mí y me dio un abrazo muy fuerte,
estaba llorando mientras me apretaba fuertemente contra ella.
-
¿Así que has sobrevivido? ¿Qué habrá visto madre
en ti?
-
¡Apártate, me voy de aquí!
-
Adelante, vete, si es que puedes, claro.
-
No puedes huir Joel. –dijo Himari- Tu ya no…
-
¿Ya no qué? ¿Qué está pasando? –Himari me abrazó
más fuerte-
-
Ya no estás vivo, ahora perteneces a este plano,
a esta especie de limbo, madre te ha permitido quedarte aquí en vez de vagar
por la oscuridad. –Riyuko me miraba con cara impasible-
Himari me agarró fuerte del brazo y tiró de mí en dirección
a su casa, decidí seguirla puesto que necesitaba explicaciones y ella podría dármelas.
Entramos en su casa, cerró con llave todas las puertas, fue a la biblioteca y
cogió un libro. Era el libro que me estuvo leyendo, el que comencé tiempo
atrás. Lo abrió y empezó a leer, justo iba a recriminarle que se pusiera a leer
cuando escuché mi nombre… Mi nombre… En el libro se estaba relatando un viaje,
un viaje en autobús por una carretera poco concurrida, un accidente, decenas de
heridos y algunos muertos, de entre ellos… YO.
Continuará…
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