Me dirigí con Himari a buscar las plantas medicinales, a
pesar de que llevaba poco tiempo con la pérdida de la vista, podía
desenvolverme bastante bien y empezaba a acostumbrarme a no ver. La rugosidad
de las paredes, la distancia de mis pasos, los mapas que me hacía dentro de mi
cabeza, todo comenzaba a tornar algo más positivo. Himari me enseñó a reconocer
las plantas por el tacto, muchas de ellas tenían dientes en el filo de las hojas,
dependiendo de lo puntiagudo o de la separación entre ellas se podrían
identificar fácilmente, por desgracia nunca podría adentrarme solo en el
bosque, Himari me advirtió que incluso teniendo el don de la vista en pleno día
difícilmente se puede volver. La oscuridad del bosque, la poca visibilidad del
camino y sus entresijos hacían su uso casi imposible, ella llevaba recorriendo
aquellos bosques desde que era pequeña así que el resultaba bastante fácil ir y
venir entre la vegetación.
-
Himari, creo que necesito saber cómo
diferenciaros, al menos al referirme a vosotras.
-
Para qué vas a necesitar eso, de todas maneras
las dos somos la misma persona.
-
No me puedo comportar de igual manera ante una y
ante otra, he de saber cómo reaccionar.
-
Está bien –suspiro- a mi me puedes llamar
Riyuko.
-
¿Riyuko? ¿Tiene algún significado?
-
Es como mi abuela solía llamarme, era el nombre
de mi madre, pero ella decía que nos parecíamos tanto que prefería llamarme
así.
-
Riyuko… Me gusta. Está bien. Riyuko, cuando
volvamos quiero que me lleves a ver a Himari, necesito hablar con ella a solas.
-
Está bien, pero no le digas que me llamas así,
es más, no me llames así frente a ella, procura no hablar con las dos a la vez
y si quieres saber quien de las dos somos pregunta por Himari nunca por Riyuko.
-
Pero, ¿por qué?
-
Ya te dije que ella cuenta con mis sentimientos,
el recuerdo de mi madre no es precisamente bonito y feliz.
Quizás debiera haber intentado frenar mi curiosidad y no
haber seguido indagando en el tema, pero dado que estaba frente a un ser libre
de sentimientos podría contar todo libremente sin preocuparse por lo triste que
fuera.
-
Te has callado de repente, ¿no quieres saber la
historia?
-
S-sí, pero no quiero tener que forzarte a ello.
-
No es una molestia, además, si no supieras las
razones de mis normas probablemente nunca me harías caso.
Nuestra madre nunca
fue especialmente querida por nuestra abuela, como ya has podido comprobar, no
había ninguna foto suya ni de mi padre en casa de mis abuelos. No sé nada acerca de nuestro padre, él murió
antes de que yo naciera, mi abuela no permitía que mi madre hablara sobre él ni
siquiera a mí. Mi madre era una mujer de pelo largo y ondulado castaño, algo
cobrizo, alta, su piel anaranjada, ojos marrones, le encantaba vestir de color
azul en sus diferentes tonalidades. Era una mujer muy amable, feliz y nerviosa,
no podía estarse quieta sin hacer nada, siempre estaba metida en alguna tarea.
Mi abuela siempre la había tratado mal, la odiaba por alguna razón, en cambio a
mi me trataba muy bien, mi madre me explicó que antes mi abuela no era así,
siempre había sido una mujer muy amable y gentil con mi madre, pero debido a
ciertas circunstancias no pudieron seguir llevándose como aquel entonces.
Intenté miles de veces descubrir aquella razón, pero ninguna de las dos me la
decía, siempre me evitaban o se enfadaban conmigo. Un día mi madre salió a
comprar y mi abuela me llevó con ella al bosque, estábamos buscando unos hongos
cuando me separé de ella para buscarlos por otro lado, entonces pude ver a mi
madre sentada en un tocón. Estaba triste y cabizbaja, nunca la había visto de
esa manera. Estaba hablando sola, no podía oírla desde donde estaba, hablaba
muy bajo, era como si estuviera murmurando, quise salir y preguntarle qué
estaba haciendo, pero lo hizo antes mi abuela. Estuvieron discutiendo
fuertemente. Mi abuela le recriminaba que estuviese en ese lugar, dijo que
tenía que olvidar, que ahí nunca ocurrió nada; mi madre se negaba y le
respondía que no podría olvidar a su propia hija. Esto me dejó impactada, me
quedé inquieta sin poder moverme, no terminaba de comprender qué estaba
sucediendo así que salí de la oscuridad de los matorrales y me encontré con
ellas. Ambas estuvieron muy sorprendidas de verme, mi madre se echó a llorar,
mi abuela se enfadó, me agarró del brazo y me llevó de vuelta a casa. Esa misma
noche mi madre no volvió para cenar, comimos solo mi abuela y yo, mi abuelo había
salido del pueblo por unos asuntos sin importancia, me fui a dormir a la
habitación de mi abuela, porque no me gustaba dormir sola, ella dijo que iría
más tarde, yo confiaba en mi abuela, más de una vez había dormido con ella y
siempre iba yo antes a dormir. Poco después de haberme quedado dormida me
levante para ir al lavabo, al salir escuché ruidos que venían de la cocina,
bajé las escaleras y allí estaban de nuevo mi abuela y mi madre, discutían, mi
madre no paraba de andar por toda la habitación, mi abuela se limitaba a
mirarla y contestarle, no recuerdo de qué estaban hablando en ese momento, pero
lo que sí que recuerdo bien fue ver a mi madre coger un cuchillo y abalanzarse
sobre mi abuela, la tiró al suelo, alzó el brazo con el cuchillo en la mano, y
con lágrimas en sus ojos bajó el brazo clavándole el cuchillo a mi abuela en el
pecho. Grité y mi madre se apartó de mi abuela, abrió una puerta del armario y
sacó un frasquito, le sacó el cuchillo a mi abuela, que se estaba desangrando y
le echó el liquido que contenía el frasco en la herida, de la herida salía
sangre burbujeando y humo, es como si estuviese hirviendo, mi abuela gritaba de
dolor, la herida se cerró y mi abuela se desmayó. Tras eso, mi madre la llevo a
su cama, ella se fue a la suya y me dijo que durmiera con mi abuela. A la
mañana siguiente mi abuela estaba bien, se despertó antes que yo y bajó a
preparar el desayuno, ni se molestó en preguntar nada acerca de mi madre,
cuando le pregunté donde estaba, ella me dijo que no tenía ninguna hija. Fui a
su cuarto, pero no podía abrirlo, la puerta estaba atrancada y nadie respondía.
Mi abuelo llegó tomó su desayuno y preguntó a mi abuela por mi madre, ella
volvió a responderle lo mismo que a mí, que ella no tenía una hija, entonces
empezaron a discutir. Mi abuelo, harto, subió a la habitación de mi madre, forzó
la puerta y la abrió, se quedó parado frente a la entrada, estaba quieto,
inmóvil, apenas hacía un gesto, cuando entré dentro no había nadie, encima de
la cama se encontraba un rosal con flores violetas como las que hay en el
jardín de casa, mi abuelo enmudeció, por más que le preguntara no respondía, le
preguntaba por el paradero de mi madre pero no dijo nada, es más, nunca más
volvió a dirigirme la palabra ni a mí ni a mi abuela, todo se tornó de un todo
oscuro a partir de aquel día, mi abuelo no hablaba, mi abuela decía que no
tenía ninguna hija y yo no paraba de preguntarme dónde estaría mi madre, traté
de buscarla día y noche más nunca desde entonces la he vuelto a ver. Tanto
Himari como yo procuramos no nombrar su nombre siquiera desde entonces, no
hablamos de ella. No la odiamos por atacar a nuestra abuela, conocíamos a
nuestra madre y creemos que tendría sus razones, pero el hecho de que nos
abandonara creó un vacío dentro de nosotras que no pudimos arreglar ni
separando recuerdos y sentimientos. En cuanto al rosal, mi abuelo lo plantó en
la entrada y este se ha ido abriendo paso a través de la casa hasta cubrir todo
su alrededor. Mis abuelos siempre han cuidado de él, en su lecho de muerte
ambos me dijeron que cuidase muy bien del rosal y que evitara que la gente lo
destrozase. En cuanto a mi madre, tanto Himari como yo no queremos saber nada
más de ella, el hecho de que adopte su nombre es solo porque me resulta fácilmente
recordable. Espero que entiendas ahora por qué no debes nombrar ese nombre
frente a Himari.
Estuve un tanto desconcertado, la historia me había
descubierto muchas cosas que ahora era capaz de comprender mejor, todo empezaba
a tener sentido, ya casi nada era extraño para mí, pero seguía teniendo en
mente esa pregunta, esa duda, aquella cuestión que debía tratar con Himari, si
bien no quería que Riyuko lo supiese porque ella no sería capaz de responderme.
Necesito saber la respuesta de primera mano y debía de armarme de valor para preguntárselo.
Me resultaría difícil hablar de algo tan delicado con alguien que es solo
sentimientos, pero procuraría ser lo más directo posible sin dar lugar a
vuelcos emocionales innecesarios.
Continuará.
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