10 septiembre 2015

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 9: Las flores del destino.

Después de días, semanas, puede que meses vino de nuevo esa persona como cada cierto tiempo, nunca pude saber quién era, siempre venía tapada por una capucha negra, la poca iluminación de la habitación evitaba que pudiera verle el rostro. Era de estatura media entre 1’65 y 1’75, delgada y con muy buen porte. Siempre venía a verme, se sentaba en una silla de madera algo gastada, se apoyaba sobre una mesa de madera y me miraba. Nunca le dije nada, él o ella nunca dijo nada, su género era desconocido para mí, solo podía saber que me tenía cautivo y que no sé cuándo me pondría en libertad. Hasta que un día le hablé.

      -          ¿Quién eres?

      -          Eso no es relevante. –Dijo una voz femenina-

      -          ¿Me vas a dejar salir de aquí?

      -          Algún día, eso depende de ti.

      -          ¿Por qué depende de mí? ¿Qué debo hacer?

      -          Debes demostrarme si eres digno. Si mereces haber recuperado lo que te arrebataron.

      -          ¿Cómo?

-          Mirándome a los ojos… Pero te aviso… Si no eres digno morirás. ¿Quieres vivir como hasta ahora y poder disfrutar de una vida con vista pero aquí encerrado sin falta de comida, agua y un lecho o prefieres probar suerte con la muerte?

Pasé un tiempo pensando qué sería lo más indicado, después de tanto tiempo encerrado, de tantas traiciones, quizás sería mejor estar como estaba, tampoco se estaba tan mal salvo por la soledad, soledad que esa mujer aliviaba cada poco tiempo haciéndome una visita. Entonces decidí.

“Quiero mirarte a los ojos.”

La mujer se quitó la capucha y pude ver un rostro familiar, un rostro que me producía un gran temor, el temor que se le tiene a la muerte cuando se le mira a la cara. Era el mismo rostro que tenía Himari y Riyuko, el problema estaba en saber cuál de las dos sería. Me sujetó la cabeza, mi respiración se aceleró, comenzó a mirarme directamente a los ojos, sus ojos se tornaron de un color azul como el del cielo en una mañana despejada. No podía evitar mirarlos. Mi cabeza empezó a dar vueltas y sentí como mi alma dejaba mi cuerpo.

Lo próximo que pude ver fue como mi cuerpo era llevado por esta persona fuera de la sala donde estábamos, era como si estuviera flotando sobre el techo de la sala y pudiera verlo ajeno a lo que ocurría, no podía moverme ni hablar ni cerrar los ojos, no sentía nada, solo miraba. Lo siguiente que vi fue mi cuerpo siendo depositado sobre un lecho de flores en mitad del bosque, entonces volví a mi cuerpo.

Cuando abrí los ojos era de noche, no había luna, todo estaba muy oscuro, estaba sobre el lecho de flores, estaban algo secas y mustias al parecer había estado allí bastante tiempo, me levanté e intenté ver dónde estaba y regresar a mi casa, salir de ese lugar y olvidarme para siempre de lo ocurrido, aunque no sería nada fácil olvidar por todo lo que pasé. Andando encontré un camino que pude reconocer, la maleza y las hierbas casi lo cubrían por completo, en ese momento una luz de esperanza llenó mi corazón, fui avanzando cada vez más rápido por el camino, a pesar de que conducía a ese pueblo infernal donde vivían Himari y Riyuko no tenía más remedio que arriesgarme a pasar por allí y volver por donde había venido tiempo atrás.

Llegué al pueblo y fui avanzando entre las descuidadas casas, escondiéndome en la oscuridad, ocultándome todo lo posible para evitar ser visto por alguien. Pude ver el puente por el que pasamos para entrar al pueblo, ahí estaba mi salida, pero en él estaba aquella figura que volvía a atormentarme…

“Acércate, sé que estás ahí.”

Mi corazón latía fuertemente, no quería saber nada más del tema, solo quería volver a casa, entonces pude ver que no se refería a mí, otra figura emergió de las sombras.

      -          ¿Pretendes escapar? ¿Himari?

      -          Déjame ir, solo un momento, aún estoy a tiempo.
   
      -          ¿A tiempo para qué? Tu destino es estar aquí conmigo. En este pueblo. Cuidando del alma de los muertos.

      -          Pero quiero salvarle, él no tiene por qué estar aquí.

      -          Vio a madre a los ojos, ¿lo sabías?

      -          No puede ser… Él ha…

      -          La vi llevándolo al bosque, vi su cuerpo inerte, ya no hay nada que puedas hacer Himari.

En ese momento emergí de entre las sombras, no podía entender de qué estaban hablando, pero si de algo estaba seguro era de que aún estaba vivo. La cara de Himari fue de sorpresa mientras que la de Riyuko fue más bien de desprecio. Himari corrió hacia mí y me dio un abrazo muy fuerte, estaba llorando mientras me apretaba fuertemente contra ella.

      -          ¿Así que has sobrevivido? ¿Qué habrá visto madre en ti?

      -          ¡Apártate, me voy de aquí!

      -          Adelante, vete, si es que puedes, claro.

      -          No puedes huir Joel. –dijo Himari- Tu ya no…

      -          ¿Ya no qué? ¿Qué está pasando? –Himari me abrazó más fuerte-

      -          Ya no estás vivo, ahora perteneces a este plano, a esta especie de limbo, madre te ha permitido quedarte aquí en vez de vagar por la oscuridad. –Riyuko me miraba con cara impasible-

Himari me agarró fuerte del brazo y tiró de mí en dirección a su casa, decidí seguirla puesto que necesitaba explicaciones y ella podría dármelas. Entramos en su casa, cerró con llave todas las puertas, fue a la biblioteca y cogió un libro. Era el libro que me estuvo leyendo, el que comencé tiempo atrás. Lo abrió y empezó a leer, justo iba a recriminarle que se pusiera a leer cuando escuché mi nombre… Mi nombre… En el libro se estaba relatando un viaje, un viaje en autobús por una carretera poco concurrida, un accidente, decenas de heridos y algunos muertos, de entre ellos… YO.


Continuará…

16 junio 2015

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 8: La marca de agua.

Mis ojos ardían, era un dolor insoportable, notaba como si una aguja al rojo vivo penetrara desde la córnea llegando hasta el nervio ocular; una y otra vez, sin descanso, sin demora, mi cabeza iba a estallar. Llevé mis manos a mi cara para arrancármelos, pero no té que tenía una especie de escafandra metálica que rodeaba mi cabeza por completo. Intenté gritar, pero ni un solo hilo de voz salía de mi boca, ni una simple palabra emanaba de mi ser. Estaba cansado de sufrir, deseaba la muerte, mi vida se tornaba cada vez más oscura. Perdí toda esperanza, nunca más recuperaría la luz que antaño iluminaba mis días, la luz de la vida se alejó para mi hace un tiempo.

Mientras lloraba y me frustraba noté de nuevo una mano sobre mi hombro, me quedé inmóvil, un profundo terror invadía mi cuerpo pero a la vez me reconfortaba. Esa mano bajó acariciándome el brazo hasta agarrarme de la mano. Era una mano suave, cálida y firme. Por alguna extraña razón estaba feliz de volver a tener contacto con una persona, pero de mi mente no se desvanecía ese sentimiento de miedo. Tampoco se irían mis ganas de morir. Mi único deseo es que todo acabase.

Noté como sonaba un ruido en la escafandra, al parecer esa persona me la iba a quitar y en ese momento aprovecharía para zafarme e intentar huir. Sonó un crujido y la escafandra se abrió, no se veía nada, o al menos, yo no podía ver nada. Cuando iba a empujar a esa persona mis muñecas se detuvieron. Estaba atado con unas correas de cuero a algún sitio y mi movilidad era reducida, no me había dado cuenta hasta entonces por el pánico y el dolor que me causaban mis ojos. Mis ojos seguían ardiendo pero yo no podía ver nada ni siquiera notaba otra cosa que no fuese ese dolor y mis manos atadas.

Notaba como si me quitasen algo más de la cabeza, al parecer llevaba una venda en los ojos, sentía ese ardor mucho más intenso cada vez que pasaban por mis ojos sus dedos. Cuando retiró toda la venda, mis ojos ardieron mucho más, intentaba gritar, pero mi garganta estaba totalmente muda. Entonces comencé a notar un profundo alivio, el ardor desapareció casi al instante, fue desapareciendo gradualmente hasta que cesó. Poco a poco fui recobrando la sensibilidad de mi cuerpo. Pero antes de recuperarla por completo esa persona me volvió a poner la escafandra. Estaba bastante fría y un poco pesada. Cuando terminó de ponérmela volvió a tocarme el hombro y después se fue, oí sus pasos alejarse mientras pisaban el suelo de piedra. Lo que alivió mis ojos, no era más que otra venda húmeda, al parecer me la había cambiado para que me calmase.

Esa persona no habló nunca, no podía verla, no podía olerla, estuvo viniendo varias veces a cambiarme la venda y a darme de comer y de beber. No sé cuánto tiempo estuve en esa situación, para mí el tiempo era interminable y solo esperaba al momento en el que esa persona venía a cambiarme la venda más que nada por la añoranza del contacto humano. La soledad era mi peor enemigo, el tiempo se me hacía eterno, no sé cuánto dormía, no sé qué día era, para mí era imposible saber cuánto más duraría este infierno.

La próxima vez que vino a cambiarme la venda, no solo me quitó la escafandra, sino que no me volvió a poner más vendas. Mis ojos ya apenas dolían sin ellas, no sentía más que una simple molestia. Me empezaba a sentir algo más aliviado. Deseaba que todo esto se acabara y al parecer eso iba a ocurrir si seguía viniendo esa persona a curarme y cuidarme. Aunque seguía teniendo miedo, empezaba a gustarme que esa persona viniera, tenía la esperanza de que fuera una buena persona y me librara algún día.

Tiempo después empecé a ver sombras, leves y tenues sombras en la oscuridad. ¿Podría ser verdad? ¿Estaría recuperando la vista? Con el paso del tiempo fui recuperando gradualmente la vista, pero parece que pasó una eternidad hasta que pude volver a discernir entre la luz y la oscuridad, todavía no podía ver formas, ni colores. Me embargaba la idea de que pudiera volver a ver algún día, deseaba con todo mi ser volver a ver de nuevo, notar los colores, las formas, los paisajes, todo. Pero seguía teniendo un problema, ¿saldría de este lugar?


Continuará…

13 junio 2015

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 7: La espina de la rosa.

Volvimos a la casa y dejamos las plantas en la cocina y me dispuse a buscar a Himari, pero parecía no estar en casa. Riyuko me dijo que probablemente volvería más tarde así que me fui a la sala de lectura y me senté un rato para poder pensar cómo preguntarle a Himari aquello.

Pasó el tiempo y me quedé dormido, posteriormente me despertó Riyuko, me dijo que Himari había vuelto para dejar unas cosas y avisar que volvería después de comer porque iba a cuidar de unas personas antes de volver. Así que nos sentamos a la mesa y empezamos a comer, la comida era deliciosa, una especie de sopa de verduras, el sabor era intenso, la temperatura ideal y me invadía una profunda calidez que me relajaba. Al terminar de comer, Riyuko recogió la mesa y yo me fui arriba a mi cuarto, una vez allí Riyuko me llamó y subió, quería hablar conmigo.

      -          Joel, tú quieres a mi hermana, ¿verdad?

      -          ¿Qué? ¿Pero qué tonterías estas diciendo? Si nos hemos conocido hace muy poco no he podido enamorarme en tan poc…

      -          ¡No me mientas! Puedo ver las mentiras en tus ojos.

      -          ¿De qué estás hablando? Si yo ya no…

      -          Los tengo aquí, Joel. En el frasco… Conservados… Te contaré un secreto, puedo devolverte la vista cuando quiera y no estarás en peligro de morir. Pero necesito saber más sobre ti, puedes ser un peligro para mí y para mi hermana.

      -          ¿Qué? ¿Me has estado engañando todo este tiempo? ¿Es que no tienes suficiente de mí? ¿Qué más quieres saber?

      -          ¿Amas a mi hermana?

      -          No le veo relevancia en este aspecto, ¿por qué quieres saberlo?

      -          Contesta. –dijo cortada y secamente.

      -          Sí, la quiero.

      -          En ese caso… No podrás recuperar tu vista.

      -          ¿Por qué?

      -          No te llevarás a mi hermana, no la alejarás de mí.

      -          ¿Qué estás diciendo? ¿Por qué debería de alejarla de ti?

      -          No se hable más, disfruta de tus últimos días.

Antes de que pudiera mediar palabra sentí un pinchazo en el hombro y un pañuelo sobre mi boca, supongo que perdí el conocimiento porque cuando desperté no sabía dónde estaba. Estaba maniatado con las manos a la espalda, en mi boca había un pañuelo por lo que no podía hablar. Se sentía un suelo frío o duro, probablemente de piedra, al reincorporarme me golpeé la cabeza con algo, parece que estaba en una especie de cavidad cerrada, las pareces también estaban frías y duras, la parte superior era áspera, del tacto de la madera. Intenté golpear desesperadamente la parte de la madera con la cabeza, el lugar donde me encontraba era tan estrecho que no podía golpear con los pies puesto que me encontraba en posición fetal. Presa del pánico seguí golpeando el techo de aquel lugar, notaba un fuerte dolor en la cabeza, sentía la sangre correr por mi frente hasta que desistí y decidí darme por vencido, probablemente ese sería mi fin.

No sé cuánto tiempo permanecí vivo en aquel lugar, los segundos eran horas, las horas años, mi cabeza estaba al borde de la locura, solo quería morir, pero ya no tenía fuerzas para mover un solo dedo. Pude notar por última vez como alguien tocaba mi hombro, pero no estoy seguro de si fue una alucinación fruto de la demencia… Pero justo después alguien me quitó el pañuelo de la boca y me dio agua, después me limpió la frente, puesto que la sangre ya estaba seca, y me quitó las cuerdas que me ataban las muñecas. Estaba fuera de ese horrendo lugar, alguien me había sacado, pero estaba demasiado débil como para pronunciar palabra y poco después me desmayé.

Cuando desperté, sentí un fuerte dolor en… ¿mis ojos?


Continuará…

11 noviembre 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 6: Violeta donde dormitas.

Me dirigí con Himari a buscar las plantas medicinales, a pesar de que llevaba poco tiempo con la pérdida de la vista, podía desenvolverme bastante bien y empezaba a acostumbrarme a no ver. La rugosidad de las paredes, la distancia de mis pasos, los mapas que me hacía dentro de mi cabeza, todo comenzaba a tornar algo más positivo. Himari me enseñó a reconocer las plantas por el tacto, muchas de ellas tenían dientes en el filo de las hojas, dependiendo de lo puntiagudo o de la separación entre ellas se podrían identificar fácilmente, por desgracia nunca podría adentrarme solo en el bosque, Himari me advirtió que incluso teniendo el don de la vista en pleno día difícilmente se puede volver. La oscuridad del bosque, la poca visibilidad del camino y sus entresijos hacían su uso casi imposible, ella llevaba recorriendo aquellos bosques desde que era pequeña así que el resultaba bastante fácil ir y venir entre la vegetación.

      -          Himari, creo que necesito saber cómo diferenciaros, al menos al referirme a vosotras.

      -          Para qué vas a necesitar eso, de todas maneras las dos somos la misma persona.

      -          No me puedo comportar de igual manera ante una y ante otra, he de saber cómo reaccionar.

      -          Está bien –suspiro- a mi me puedes llamar Riyuko.

      -          ¿Riyuko? ¿Tiene algún significado?

      -          Es como mi abuela solía llamarme, era el nombre de mi madre, pero ella decía que nos parecíamos tanto que prefería llamarme así.

      -          Riyuko… Me gusta. Está bien. Riyuko, cuando volvamos quiero que me lleves a ver a Himari, necesito hablar con ella a solas.

      -          Está bien, pero no le digas que me llamas así, es más, no me llames así frente a ella, procura no hablar con las dos a la vez y si quieres saber quien de las dos somos pregunta por Himari nunca por Riyuko.

      -          Pero, ¿por qué?

      -          Ya te dije que ella cuenta con mis sentimientos, el recuerdo de mi madre no es precisamente bonito y feliz.

Quizás debiera haber intentado frenar mi curiosidad y no haber seguido indagando en el tema, pero dado que estaba frente a un ser libre de sentimientos podría contar todo libremente sin preocuparse por lo triste que fuera.

      -          Te has callado de repente, ¿no quieres saber la historia?
      -          S-sí, pero no quiero tener que forzarte a ello.
      -          No es una molestia, además, si no supieras las razones de mis normas probablemente nunca me harías caso.

Nuestra madre nunca fue especialmente querida por nuestra abuela, como ya has podido comprobar, no había ninguna foto suya ni de mi padre en casa de mis abuelos.  No sé nada acerca de nuestro padre, él murió antes de que yo naciera, mi abuela no permitía que mi madre hablara sobre él ni siquiera a mí. Mi madre era una mujer de pelo largo y ondulado castaño, algo cobrizo, alta, su piel anaranjada, ojos marrones, le encantaba vestir de color azul en sus diferentes tonalidades. Era una mujer muy amable, feliz y nerviosa, no podía estarse quieta sin hacer nada, siempre estaba metida en alguna tarea. Mi abuela siempre la había tratado mal, la odiaba por alguna razón, en cambio a mi me trataba muy bien, mi madre me explicó que antes mi abuela no era así, siempre había sido una mujer muy amable y gentil con mi madre, pero debido a ciertas circunstancias no pudieron seguir llevándose como aquel entonces. Intenté miles de veces descubrir aquella razón, pero ninguna de las dos me la decía, siempre me evitaban o se enfadaban conmigo. Un día mi madre salió a comprar y mi abuela me llevó con ella al bosque, estábamos buscando unos hongos cuando me separé de ella para buscarlos por otro lado, entonces pude ver a mi madre sentada en un tocón. Estaba triste y cabizbaja, nunca la había visto de esa manera. Estaba hablando sola, no podía oírla desde donde estaba, hablaba muy bajo, era como si estuviera murmurando, quise salir y preguntarle qué estaba haciendo, pero lo hizo antes mi abuela. Estuvieron discutiendo fuertemente. Mi abuela le recriminaba que estuviese en ese lugar, dijo que tenía que olvidar, que ahí nunca ocurrió nada; mi madre se negaba y le respondía que no podría olvidar a su propia hija. Esto me dejó impactada, me quedé inquieta sin poder moverme, no terminaba de comprender qué estaba sucediendo así que salí de la oscuridad de los matorrales y me encontré con ellas. Ambas estuvieron muy sorprendidas de verme, mi madre se echó a llorar, mi abuela se enfadó, me agarró del brazo y me llevó de vuelta a casa. Esa misma noche mi madre no volvió para cenar, comimos solo mi abuela y yo, mi abuelo había salido del pueblo por unos asuntos sin importancia, me fui a dormir a la habitación de mi abuela, porque no me gustaba dormir sola, ella dijo que iría más tarde, yo confiaba en mi abuela, más de una vez había dormido con ella y siempre iba yo antes a dormir. Poco después de haberme quedado dormida me levante para ir al lavabo, al salir escuché ruidos que venían de la cocina, bajé las escaleras y allí estaban de nuevo mi abuela y mi madre, discutían, mi madre no paraba de andar por toda la habitación, mi abuela se limitaba a mirarla y contestarle, no recuerdo de qué estaban hablando en ese momento, pero lo que sí que recuerdo bien fue ver a mi madre coger un cuchillo y abalanzarse sobre mi abuela, la tiró al suelo, alzó el brazo con el cuchillo en la mano, y con lágrimas en sus ojos bajó el brazo clavándole el cuchillo a mi abuela en el pecho. Grité y mi madre se apartó de mi abuela, abrió una puerta del armario y sacó un frasquito, le sacó el cuchillo a mi abuela, que se estaba desangrando y le echó el liquido que contenía el frasco en la herida, de la herida salía sangre burbujeando y humo, es como si estuviese hirviendo, mi abuela gritaba de dolor, la herida se cerró y mi abuela se desmayó. Tras eso, mi madre la llevo a su cama, ella se fue a la suya y me dijo que durmiera con mi abuela. A la mañana siguiente mi abuela estaba bien, se despertó antes que yo y bajó a preparar el desayuno, ni se molestó en preguntar nada acerca de mi madre, cuando le pregunté donde estaba, ella me dijo que no tenía ninguna hija. Fui a su cuarto, pero no podía abrirlo, la puerta estaba atrancada y nadie respondía. Mi abuelo llegó tomó su desayuno y preguntó a mi abuela por mi madre, ella volvió a responderle lo mismo que a mí, que ella no tenía una hija, entonces empezaron a discutir. Mi abuelo, harto, subió a la habitación de mi madre, forzó la puerta y la abrió, se quedó parado frente a la entrada, estaba quieto, inmóvil, apenas hacía un gesto, cuando entré dentro no había nadie, encima de la cama se encontraba un rosal con flores violetas como las que hay en el jardín de casa, mi abuelo enmudeció, por más que le preguntara no respondía, le preguntaba por el paradero de mi madre pero no dijo nada, es más, nunca más volvió a dirigirme la palabra ni a mí ni a mi abuela, todo se tornó de un todo oscuro a partir de aquel día, mi abuelo no hablaba, mi abuela decía que no tenía ninguna hija y yo no paraba de preguntarme dónde estaría mi madre, traté de buscarla día y noche más nunca desde entonces la he vuelto a ver. Tanto Himari como yo procuramos no nombrar su nombre siquiera desde entonces, no hablamos de ella. No la odiamos por atacar a nuestra abuela, conocíamos a nuestra madre y creemos que tendría sus razones, pero el hecho de que nos abandonara creó un vacío dentro de nosotras que no pudimos arreglar ni separando recuerdos y sentimientos. En cuanto al rosal, mi abuelo lo plantó en la entrada y este se ha ido abriendo paso a través de la casa hasta cubrir todo su alrededor. Mis abuelos siempre han cuidado de él, en su lecho de muerte ambos me dijeron que cuidase muy bien del rosal y que evitara que la gente lo destrozase. En cuanto a mi madre, tanto Himari como yo no queremos saber nada más de ella, el hecho de que adopte su nombre es solo porque me resulta fácilmente recordable. Espero que entiendas ahora por qué no debes nombrar ese nombre frente a Himari.


Estuve un tanto desconcertado, la historia me había descubierto muchas cosas que ahora era capaz de comprender mejor, todo empezaba a tener sentido, ya casi nada era extraño para mí, pero seguía teniendo en mente esa pregunta, esa duda, aquella cuestión que debía tratar con Himari, si bien no quería que Riyuko lo supiese porque ella no sería capaz de responderme. Necesito saber la respuesta de primera mano y debía de armarme de valor para preguntárselo. Me resultaría difícil hablar de algo tan delicado con alguien que es solo sentimientos, pero procuraría ser lo más directo posible sin dar lugar a vuelcos emocionales innecesarios. 

Continuará.

06 octubre 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 5: Dualidad de Posiciones.

Cuando volví a despertar volví a ver todo oscuro, ya nunca más podría volver a ver nada más… Escuchaba a alguien que lloraba cerca, estaba echado sobre la cama donde yo estaba. Acerqué mi mano para tantear quien era. Este tacto, el pelo corto, se trataba de Himari. Yo ya me había tranquilizado un poco y traté de consolarla.

      -          Vamos, no llores, después de todo sigo vivo, ¿no?

      -          Sí, pero es todo culpa mía.

      -          Deja de echarte la culpa de todo, nunca debí de haber tocado las espinas del rosal.

      -          Yo nunca debí dejar que te quedaras, si no lo hubiese hecho probablemente estarías bien.

      -          Fue inevitable, me habían dejado tirado, en todo caso la culpa sería de aquellos viejos. –reí-

      -          Nunca me perdonaré lo que te he hecho, lo siento, lo siento mucho.

      -          No tienes que sentir nada, me has salvado la vida, al menos no soy un vegetal. Todavía puedo seguir moviéndome, oírte, tocarte, olerte y saborear esa comida tan rica que haces.

      -          Gracias, de verdad, pero lo que hice no me gusta.
      
      -          Tan solo me devolviste la vida, vivir en la completa oscuridad no es agradable. La impotencia de no poder hacer nada es el mayor castigo que se le puede dar a una persona. Estoy seguro de que los demás también piensan lo mismo y te están agradecidos por ello.

Himari se levantó y fue a preparar algo de comer para la cena, yo, mientras tanto pensaba en qué haría de ahí en adelante. Estar tirado en una cama para el resto de mi vida era demasiado aburrido así que decidí empezar a valerme por mí mismo comenzando por caminar. Me levanté de la cama y fui tanteando todo lo de la habitación, por la situación de los objetos pude deducir que estaba en la habitación donde me había hospedado en la casa de Himari. Junto a la mesita de noche había un libro, era el que Himari me había regalado, lo reconocí por su inconfundible encuadernamiento, pensaba que ya era inútil para mí leer este libro, sin ojos poco más podría hacer. Lo volví a dejar sobre la mesita y me senté sobre la cama. De fondo sonaba un grillo por lo que pude deducir que era de noche. El olor de la comida subía hasta el cuarto, olía de maravilla, juraría que una sopa de champiñones, pero no estaría seguro de ello hasta haberla comido, tenía mucha hambre, no sabía cuántos días había estado encamado o cuándo fue la última vez que comí, así que esperaba con ansias la hora de la comida.

      -          ¡Qué haces levantado! Vuelve a la cama, hace poco que te operé, debes reposar.

      -          Tranquila, ya me encuentro bien, un poco mareado, eso es todo, tengo hambre, ¿qué hay de comer?

      -          Sopa de champiñones, tengo entendido que es tu favorita.

      -          Sí, ¿cómo lo has sabido?

      -          No olvides que soy una bruja… ¡No hombre! Lo dijiste mientras dormías.

      -          ¡Vaya! Ya ni durmiendo está uno tranquilo. –reí-

      -          Tienes muy buen humor para haber pasado por todo esto.

      -          Esto para mí ha sido como volver a nacer. Creí estar perdido hasta que tu voz me encontró y me trajo de vuelta desde las sombras. Tú eres mi salvadora y te estaré siempre agradecido.

      -          No digas eso, yo solo te he traído desgracia, siempre traigo desgracia a mis seres queridos.

      -          Himari… Respecto al libro, tengo que devolvértelo, me es imposible terminar de leerlo en estas condiciones, siento tener que devolver un regalo, pero alguien podrás aprovecharlo mejor que yo en un futuro.
      
-          No, el libro es tuyo, yo te lo regalé, que no puedas leerlo no es un impedimento, ¿tú querías seguir leyéndolo verdad? Eso no impedirá que lo hagas, yo te lo leeré.

Himari siguió leyéndome el libro, su voz describía perfectamente cada detalle de la palabra, leía perfectamente, su tono se asemejaba mucho al que yo imaginaba que tendrían los personajes. Mientras tanto, mi mente reproducía sus palabras en imágenes, era la primera vez en bastante tiempo que podía “ver” imágenes, al menos podía imaginarlas. Terminé la sopa y me recosté sobre la cama siguiendo su lectura. Sin darme cuenta me quedé dormido. Aún podía seguir escuchando a Himari leer pero mi cuerpo ya no respondía, yo seguía imaginando aquellas escenas, sus diálogos, los sentimientos de los personajes, todo. Al poco terminó de leer y todo se desvaneció, entonces seguí durmiendo. Aunque antes estuve molesto con la pérdida de la vista, ahora no me parecía tan malo, al fin y al cabo seguía vivo y a pesar de no poder ver, la vida que pretendía seguir tampoco estaba tan mal. Quizás confiar en alguien que te ha quitado los ojos no es la cosa más lógica del mundo, pero lo hizo para salvarme y yo aún la quería, así que lo mejor que podía hacer era agradecerle su ayuda y permanecer junto a ella.

No dormí mucho, supuse que había dormido unas pocas horas, me incorporé y pude notar que había algo junto a la cama, volví a palpar y allí permanecía Himari durmiendo mientras sostenía el libro. Le quité el libro con cuidado, lo dejé en la mesita y fui palpando las paredes hasta llegar a la puerta, la abrí suavemente para no despertar a Himari, aunque el chirrido de la puerta y del suelo me delataría, sin embargo ella no se despertó y seguí palpando hasta llegar al cuarto de baño. Una vez tiré de la cisterna volví hacia mi cuarto, me encontraba palpando sobre la cama cuando noté algo extraño, Himari ya no estaba, supuse que se habría ido a dormir, así que levanté la sábana y me metí dentro a seguir durmiendo, al poco tiempo escuché los pasos de alguien que se acercaba a la cama, se quedó inmóvil junto a la silla donde se sentaba Himari, estuvo un tiempo así hasta que alzó la sábana y se metió conmigo, yo estaba echado hacia un lado, esta persona me abrazó por la espalda y me dijo: “No tengas miedo, yo estoy contigo.” La voz de Himari resonaba en mis oídos, el hecho de que ella estuviera allí conmigo hizo que mi corazón latiera rápidamente, casi no podía creérmelo, ¿cuál fue el motivo por el cual ella hizo eso? Según había entendido ella me dijo “lo siento” cuando le mostré lo que realmente sentía por ella, ¿porqué ese comportamiento? Yo no entendía nada, pero preferí no saberlo por el momento y disfrutar de aquello todo lo que podía.

A la mañana siguiente Himari me despertó.

      -          Veo que ayer te encontrabas mejor, ¿quieres venir al bosque a ayudarme a recoger unas cosas?

      -          Sí, por favor, no soporto vivir encerrado.

      -          Perfecto, te prepararé la ropa.

      -          Gra-gracias.

      -          No las des, es lo mínimo que puedo hacer.

Himari se levantó y me dejó la ropa al lado sobre la cama. Se marchó y cerró la chirriosa puerta. Empecé a desvestirme, y mientras lo hacía pude notar una cicatriz en el pecho. Justo a la altura del corazón, estaba cosida, al rozarla noté un escozor. Terminé de vestirme y procedí a bajar abajo, abría la puerta de mi habitación, me dirigí al pasillo y justo cuando iba a bajar Himari me sujetó del brazo.

      -          Espera, los escalones son traicioneros y no quisiera que te cayeras, cuando me cambie bajamos juntos.
      -          No es necesario, puedo bajar solo.
      -          Insisto, por favor, no quiero que sufras más daño por mi culpa.
      -          Está bien, volveré a mi cuarto, te espero allí.

Mientras volvía a mi cuarto noté que alguien me seguía, me senté en la silla y esa persona volvió a abrazarme desde la espalda.

      -          Yo siempre estaré contigo.

      -          Hi-Himari, ¿no te ibas a cambiar?

      -          Bueno, yo ya estoy lista, ¿por qué no nos divertimos un rato antes de salir?

Himari apoyó sus pechos contra mi nuca, mientras me besaba el cuello, yo me quedé sin respiración, apenas podía gesticular palabra, todo estaba sucediendo tan rápido que no me daba tiempo a pensar, mi mente permanecía en blanco, mientras tanto ella seguía besándome por la cara, se dio la vuelta y se sentó encima de mí, podía notar su cuerpo desnudo aferrándose al mío, empezaba a sentir mucho calor, me sujetó de la camisa y me besó. En ese momento me sentía confundido, no parecía la misma Himari a la que besé en el salón, su actitud, su forma de besar, mi cabeza estaba hecha un lío.

      -          ¡HIMARI! ¡¿QUÉ ESTAS HACIENDO!?

      -          ¿Qué pasa, es que no puede una divertirse un rato? Vete a recoger tus estúpidas plantas medicinales.

      -          ¡Para ahora mismo, no estoy dispuesta a que sigas haciendo esto!

      -          Cómo quieras, pero no olvides que esto es lo que realmente deseas.

La persona que estaba encima de mí se levantó y se fue del cuarto, yo me encontraba muy confuso, no entendía nada, ¿había dos Himari? Me estaba empezando a marear, así que me tumbé un poco en la cama para ver si se me pasaba. La otra Himari se acercó y se sentó en la silla.

      -          Siento que hayas pasado por esto, verás, tengo una explicación.

      -          ¿Esto tiene explicación?

      -          Es complicado, pero tienes que creerme.

      -          Con todo lo que he vivido en estos días puedo creerlo todo.

      -          Vale, ahí va…

La chica que acaba de salir soy yo, bueno, más bien una parte de mi, las dos somos la misma persona solo que cada una representa algo distinto. Ella es mis sentimientos, mis esperanzas, mis sueños y mis ilusiones. Yo solo soy un cuerpo con sus recuerdos. Yo misma hice la separación, tuve que hacerlo, ya no podía aguantar más las sensaciones que el resto de las personas ejercían sobre mí. El odio, la amargura y la desesperación podían conmigo, no pudiendo aguantarlo más realicé un conjuro de eliminación de sentimientos, pero no sabía que con ello se creaba a una persona idéntica a la otra, pero que contenía sus sentimientos. Nunca te lo había dicho porque nunca me creerías. Hemos vivido juntas mucho tiempo y aunque ella carece de recuerdos, estamos conectadas y es capaz de saber los recuerdos que yo tengo, expresando ella mis emociones conforme a la información que obtengo. A lo largo de tu estancia tanto ella como yo nos hemos ido turnando en curar a los enfermos y ocuparnos de ti. Las dos hemos dormido en la misma habitación desde entonces, pensé en volver a unirnos pero está bien así, por lo menos tengo alguien con quien compartir esta pesada carga que es cuidar a los enfermos. Lo hablamos todo, le he preguntado muchas veces si me guarda rencor por haberla separado de mi, pero ella dice que prefiere que sea así, sinceramente es mucho más fuerte que yo, a pesar de que es ella quien se alegra o entristece, dice que le doy pena por no poder volver a sentir lo que ella siente, pero yo no quiero volver a sentir todo aquello que sentía antes. Sea como fuere, las dos permanecemos aquí cuidando de todos y tarde o temprano tenía que contártelo, siento haber tenido que ocultártelo. También ruego que me disculpes, nunca pensé que tendría esa reacción ante ti, no después de lo que pasó hace unos días, justo el mismo día en que pasó el incidente contigo. Fui a dormir y ella ya estaba durmiendo, nunca había pasado esto, intenté hablar con ella, pero nunca me ha contado qué le pasaba. Últimamente iba más triste de lo normal, tienes que saber que sus cambios de humor son bruscos, también pude observar que era muy feliz, antes de tu incidente, y tras él era más triste, hemos visto a más personas caer en esta maldición, pero nunca le había pasado esto, creo que está enamorada de ti. Pero no comprendo por qué no me cuenta nada, al fin y al cabo somos una, ¿no? Al contrario que ella, yo no puedo contactar con sus sentimientos, pero ella sí con mis recuerdos, sus recuerdos no son más que meras expresiones de sus sentimientos, pero cuenta con voluntad propia. Espero haberte aclarado todo, si tienes alguna pregunta puedes hacerla ahora.

      -          ¿Con lo de un conjuro quieres decir que eres realmente una bruja?

      -          Sí.

      -          Lo de mis ojos también es un conjuro, ¿verdad?

      -          Sí, he de mantener parte de la maldición encerrada en tus ojos y conservarlos. Los tengo en un tarro de cristal junto a la mesa.

      -          Creo que lo entiendo.

Cada vez todo me empezaba a dar igual, me estaba empezando a insensibilizar de las desgracias que sufría, estaba aprendiendo a aceptar la realidad, cargar a alguien con la culpa no sería más que un signo de egoísmo y desconfianza, al fin y al cabo esa persona me había salvado la vida e intentaba hacer todo lo mejor posible para mí.

      -          Joel, tengo que ir a recoger hierbas medicinales al bosque, no puedo tardar más, ¿vas a venir o no?

      -          Vale, pero, ¿dónde está ahora tu otra yo?

      -          Seguramente haya ido a curar a unos pacientes, tenemos hierbas suficientes para dos días más, pero me gusta tener de sobra, nunca se puede saber qué puede impedirte ir a recoger más.

      -          Himari… Quiero hablar con ella a solas más tarde.

      -          Como quieras, pero no lograrás sacarle nada, es una tumba con los extraños. Aunque dado que le gustas puede ser que te cuente algo.

      -          ¿Algo de qué?

      -     Si no te lo va a contar ella, ¿crees que te lo voy a contar yo? Ah! Y por cierto… Espero que no le hagas daño, sino yo misma me encargaré de devolverte a la oscuridad. Porque quiero que sepas que si has vuelto ha sido por su empeño en salvar a las personas, siempre le digo que es mejor matar a las personas que verlas sufrir de esta manera.

De repente un escalofrío recorrió mi cuerpo, tuve miedo ciertamente de esta Himari, parecía amable y un tanto controladora, pero cuando me habló de esa manera es como si me tuviera odio, pero si todo es como ella ha dicho, no debería de tener sentimientos y el odio es un sentimiento, pienso preguntárselo a la otra Himari.


Continuará...

22 septiembre 2013

Un Viaje a la Felicidad. Capítulo 4: El libro maldito.

Los minutos asaban como si fueran horas, sin saber qué hacer, cogí el libro y seguí leyéndolo en aquella pequeña biblioteca, la hora de comer se acercaba, pero yo no tenía hambre, al menos mientras leía iba olvidando poco a poco lo que había ocurrido y volví a meterme dentro de la historia, aunque ella misma me recordase lo que acababa de pasar.

El espíritu, enamorado de aquél joven, tomó el cuerpo de una chica bastante hermosa que pasaba por aquel lugar; fue al poblado y buscó al joven para declararle su amor. Buscó y buscó pero nunca lo encontró, decepcionada volvió al bosque donde esperaría reposando sobre un tocón bajo la sombra de un árbol en aquella roja tarde que tornaba a la oscura noche. El espíritu se quedó dormido, inocente e indefenso bajo el manto de la noche. Una luz de un fuego lo despertó, se acercaba alguien, era una persona, el destello de la luz impedía al espíritu saber quién era así que se escondió aun conservando el cuerpo de aquella chica. Entonces desde las sobras pudo distinguir una figura, se trataba de aquel joven del que se había enamorado, esta era la oportunidad que el espíritu estaba esperando, salió de entre las sombras y se presentó ante él.

      -          Eres muy guapo, nunca te había visto por el bosque hasta esta mañana.

      -          Tú eres el espíritu del bosque, ¿verdad? ¿Qué haces con el cuerpo de mi hermana?

      -          ¡Oh! Disculpa, vi que esta chica era bastantes guapa así que lo tomé prestado para hablar contigo.

      -          ¿Qué quieres hablar conmigo? ¡Suelta a mi hermana!

      -          Tan solo quería decirte que te quiero, sé quién eres, pero nunca pensé que volvería a verte alguna vez más…

      -          Yo no te conozco.

      -          Haz memoria… Hace unos años, cuando eras pequeño, te adentraste en el bosque y viste una gata blanca, ¿no es cierto?

      -          ¿Tú eras esa gata, espíritu? ¿O también la poseíste?

      -          No, esa es mi auténtica forma, fuiste el primer humano que logró verme en mi forma original y a pesar de ello no te asustaste, viniste y me acariciaste, me trataste bien y me traías comida.

      -          ¿Entonces por qué me hiciste eso? ¿Por qué me atacaste?

      -          Tú no lo entiendes, tenía que hacerlo, eras pequeño y no lo comprenderías si te lo explicaba. En cambio ahora creo que sí puede que lo comprendas.

      -          ¿Qué es lo que quieres de mí?
      
-          Quiero que…

En ese momento escuché bajar a Himari por las escaleras, cerré el libro e intenté hablar con ella. “Himari”, la llamé mientras terminaba de bajar las escaleras, su rostro estaba cubierto por su pelo y no puede ver bien su cara, pero parecía tener una expresión de tristeza. Se dirigió directa a la cocina, yo la seguí intentando hablar con ella y aclarar lo que había sucedido, quizás no sería lo más adecuado, pero algo me empujaba a hacerlo, quizás el sentimiento de culpa, al fin y al cabo fui yo quien la besó. Hasta que conseguí alcanzarla justo en la puerta de la cocina, la agarré de la muñeca y la sujeté.

      -          Himari, por favor, escúchame.

      -          No hay nada que escuchar. –dijo en tono monótono como si no mostrase sentimiento alguno-

      -          Pero… ¿Por qué…?
      
-          No hay nada sobre lo que hablar, voy a preparar la cena, después debes marcharte o perderás el autobús.

La solté y se puso a cocinar, en todo el momento en el que estuvimos hablando no giró la cabeza ni un instante, seguía sin poder verle el rostro totalmente. Yo me sentía muy apenado, parecía no mostrar sentimiento alguno, volvió a ser distante, como cuando la conocí por primera vez en el bus, solo que mucho más distante. Es como si hubiese herido sus sentimientos pero no entiendo cómo ha podido pasar, solo ha sido un beso. Yo no entendía nada. Le pregunté qué hacía hasta entonces y me respondió que podía esperar en el salón, que en seguida estaría la comida.

Me senté a esperar en el salón, todo era muy silencioso y extraño, sentía una sensación de incomodidad muy grande, tenía ganas de salir corriendo de aquella casa, aunque en realidad no quería hacerlo, empezaba a temer que nunca más volvería a ver a Himari. Tal y como dijo la comida estuvo hecha casi al instante, como siempre, volvió a superarse, esta vez había hecho ensalada con un poco de pollo frito; pude ver que ella no tenía plato, me sirvió la mesa y se retiró dándome el buen provecho y diciéndome que cuando terminase me fuese de la casa hacia la parada, que ella recogería el resto después, siempre con su tono distante. Ni un simple adiós, ni un encantada de haberte tenido en mi casa, nada. En apenas unos minutos había pasado de ser una chica amable y cariñosa a su manera a ser completamente distante y arisca.

Cumpliendo con sus últimos deseos, terminé la comida, subí a mi habitación, recogí todo lo que tenía que recoger y me marché de la casa en dirección a la parada. El camino era largo, pero tan solo tenía que seguir la senda hasta dar con el camino, volví a pasar por aquel puentecito en el que me fijé la primera vez, me senté en la orilla pensando un momento antes de abandonar el pueblo totalmente, me había dado cuenta de que en todo el tiempo que estuve allí no había visto a nadie, ni siquiera cuando volvía hacia la parada, la única persona a la que había visto era esa silueta con la que Himari habló la tarde en la que llegamos y ni siquiera pude ver quien era realmente. Sea quién fuere no me importaba, lo único que me importaba en ese momento era Himari, todo mi mundo en apenas 2 días giraba en torno a ella y ahora de repente he de olvidarlo todo. Como si se tratase de un sueño, ¿verdad? No estaba dispuesto a que eso ocurriese, ¿pero qué más podría hacer? Volví a quedarme mirando fijamente aquellos peces muertos en el remanso del río, ciertamente estaban muertos, pero a medida que bajaban por el río volvían a “resucitar” y bajaban río abajo como si nada hubiese ocurrido. ¿Así que la leyenda era cierta? ¿No era un simple cuento? Eso fue algo que me llamó mucho la atención, era la primera cosa del pueblo que no comprendía totalmente pero que logré comprobarlo por mí mismo su veracidad.

Me levanté y seguí caminando, aún me quedaba mucho por andar y el camino seguía haciéndose largo, cada vez pensaba más en Himari. Pronto la sombra de los árboles llenaba de oscuridad el pasadizo a través de la maleza y la vegetación. El color verde oscuro y el marrón predominaban en aquella estampa, cada hoja, cada tronco, el mismo suelo que pisaba, parecían tan lúgubres y tenebrosos que me estremecí un poco. El camino era difícil, apenas veía nada, antes fue Himari quien me guió por este lugar tan solo distinguía a ver una fina franja color marrón que indicaba el camino por la senda, todo lo demás era verde o troncos, la vegetación no estaba cortada, tenía que ir agachándome, saltando troncos e incluso desviarme un poco para rodear un árbol caído, este árbol no estaba aquí la otra vez, pero si lo rodeaba solo tenía que volver al camino siguiendo el tronco.

Justo estaba rodeando el tronco cuando me pareció ver como alguien vestido de blanco pasaba corriendo justo por el lado derecho hacia donde iba. Creía que podía tratarse de Himari así que grité su nombre, pero nadie contestó, tampoco se veía nada. Todo estaba demasiado oscuro, pero una prenda blanca es fácil de ver entre la oscuridad. Me pregunto si no habría sido mi imaginación. Seguí andando un poco más y noté como mi vista se nublaba, me froté los ojos, pero cada vez veía peor, empecé a notar pesadez en la cabeza en entonces tropecé y me caí. No noté el golpe, nada me dolía, abría lo ojos pero solo podía ver borroso, estaba empezando a tener jaqueca que cada vez se volvía más y más intensa. No entendía nada, ¿podría deberse a que me pinché con el rosal? Pero me apliqué el ungüento al poco tiempo, la herida ya había cicatrizado. De repente de entre mi visión oscura y borrosa surgió una mancha blanca, sentí como si estuviese flotando, mi cuerpo no respondía, solo podía oír mi respiración y el latido de mi corazón. Poco a poco dichos sonidos se desvanecieron, escuchándose cada vez menos, mis parpados se bajaban solos, la mancha blanca iba desapareciendo en la oscuridad, la jaqueca seguía en aumento, ¿había llegado mi hora?

Me había quedado dormido pero seguía notando el dolor, eso solo significaba que seguía vivo. Me invadía una gran tristeza y el temor por morir, pero eso no evitaba que dejase de pensar en el daño que le había hecho a Himari, yo solo le demostré mis sentimientos, no entendía qué podría haberle hecho cambiar tanto, ¿tan horriblemente soy? Supongo que una persona como yo no merecería a nadie cerca. Soy solitario, me cansa la rutina, hace mucho tiempo que no me divierto y supongo que soy un aburrido. ¿Qué podría yo darle a Himari que no pudiera darle otra persona? La jaqueca fue desapareciendo, ya apenas sentía dolor, fui recuperando poco a poco la audición, volvía a escuchar mis latidos, eran bastante débiles y lentos, mi respiración era profunda y calmada. Abrí un poco los ojos, seguía sin poder ver perfectamente, las manchas borrosas seguían apareciendo, pero con un tono distinto, ya no eran esas manchas oscuras color marrón y verde, ahora todo era de color naranja, tonalidades de naranja aparecían por todas partes, a pesar de que seguía viendo borroso empezaba a escuchar algo más que mi simple respiración y mis latidos, sonaba un grillo, también escuchaba la brisa, todo era muy extraño, era como si hubiese cambiado de lugar. Escuché una voz, que me llamaba, era la voz de Himari, yo seguía sin poder responder de mi cuerpo, pero en un esfuerzo pude pronunciar vagamente su nombre, entonces volví a caer en el sueño.

Todo volvió a tornarse oscuro, ya no tenía jaqueca, pero seguía sin sentir nada más, quizás ya habría muerto y esto es lo que hay después de la muerte. Soledad y oscuridad. El pensar que nunca más volvería a ver el mundo y sobre todo a Himari, es la única persona a la que he podido amar en mi vida, ha sido demasiado para mi soportar el no poder volver a verla, pero ya no solo era eso, sino que ya nunca podría volver a hacerlo ni siquiera por casualidad o contraviniendo sus deseos porque yo estaba muerto. En ese momento noté como una lágrima caía por mi mejilla, no podía verla, no podía tocarla, pero notaba esa sensación. Poco después noté que podía mover un poco el cuello, iba recuperando mi movilidad poco a poco. Al fin iba notando que podía moverme sentía el tacto de la sábana debajo de mi. Un momento, una sábana, pensé. ¿Dónde estoy? Intentaba ver pero no podía, estaba tumbado así que me incorporé, me palpé la cara y tenía una venda que me tapaba los ojos. Fui a quitármela pero alguien me agarró las manos. Esas manos frías y delgadas, las había sentido antes…

      -          Joel no te quites la venda, por favor.

      -          ¿Himari¿ ¿Eres tú?

      -          Sí, perdóname, no debí haberte dejado solo.

      -          ¿Por qué tengo esta venda, qué ha pasado Himari?

      -          ¿Te has pinchado con el rosal verdad?

      -          Sí –dije apenado-

      -          Sé que te dije que tuvieras mucho cuidado, pero mis rosales son los que atraen a las personas no ellas las que se acercan a ellos.

      -          No entiendo lo que está pasando Himari.

      -          Verás, estos rosales eran de mi abuela, ella los crió y cultivó. En un principio eran unos rojos y otros azules. Pero el día que murieron mis abuelos y fueron enterrados en el jardín, las rosas se volvieron moradas, como son ahora…
      
      Entonces comenzó a contarme una historia que nunca habría creído de no ser que la he vivido por mí mismo en mis propias carnes. Cada vez me sorprendía más y me entristecía más…

Mucha gente del pueblo no quería que mi abuela permaneciese aquí enterrada y mucho menos que sus rosas siguieran asustando a los vecinos con su extraño color así que se intentaron arrancarlas, a pesar de llevar herramientas y guantes gruesos, siempre se pinchaban o les arañaban los rosales. Debido a las heridas tuvieron que volver a sus casas a curarse. A los pocos días volvió más gente gritando en frente de mi casa, me acusaban de brujería, como yo siempre estuve con mi abuela, me dijeron que era la única que podía haberlo hecho. Las personas que estuvieron tratando de arrancar los rosales estaban en la cama bajo los efectos de un conjuro, no podían ver ni escuchar nada. Los rosales que habían sido cortados ya había rebrotado y estaban justo como antes de haber sido arrancados. Los demás habitantes del pueblo huyeron asustados, ninguno de ellos quería saber nada más acerca de los rosales o de este pueblo, lo trataban de maldito y poco a poco todos los habitantes se fueron de aquí, por eso está el pueblo tan vacío, sin embargo, ya te dije que no significase que no había nadie. Leyendo en los libros de mi abuela encontré algunos remedios que aliviaban temporalmente los efectos de los rosales, pero no totalmente. La gente que huyó del pueblo dejó a las personas enfermas en sus camas, creyendo que estaban malditos. Yo voy todos los días a administrarles los antídotos necesarios, les preparo la comida y los cuido. Esas personas que odiaban a mi abuela ahora me comprendían y sabían que no pretendíamos hacer daño a nadie. Tan solo una persona puede andar libremente por el pueblo. A pesar de su “maldición” ella ha aprendido a valerse por sí misma y a veces me ayuda con los demás.”

       -          Quieres decir que tengo esa “maldición”.

       -          Sí.

       -          ¿Cuáles son sus efectos?

       -         

       -          ¡¡¡Himari respóndeme!!! –grité de angustia-

       -          ¿De verdad quieres saberlo?

       -          Sí, por favor.

       -          Las personas que son malditas no vuelven a ver jamás, su cuerpo deja de moverse y sus sentidos quedan anulados.

       -          Entonces cómo puedo oírte, tocarte, olerte, noto el sabor de algo amargo en mi boca, si pudiera quitarme esta venda podría incluso verte.

       -          No, no puedes. Puedes sentir lo demás porque te trato con hierbas medicinales. Pero todo ello tiene un precio. Has de perder un sentido para recuperar los demás, concretamente el de la vista.

       -          ¿Cómo puede ser eso posible?

       -          Créeme lo he probado sin quitar el sentido de la vista y no ha funcionado.

       -          Un momento, ¿qué has hecho? Mis oj…


En ese momento me desmayé, supongo que fue por el shock, no estaba preparado para esa noticia, es más, maldije el día en el que conocí a Himari.

Continuará...